Las
salas de Urgencias pediátricas son auténticas 'bibliotecas' de historias
curiosas que, aunque empiezan como un verdadero libro de terror, en la mayoría
de las ocasiones guardan para el final la mejor parte, un desenlace feliz y sin
riesgos para la salud. Niños que se tragan tornillos, pilas y monedas, pequeños
que muestran un color de piel azulado o que vomitan de color rojo. Situaciones,
a priori, alarmantes y que, por suerte en un alto porcentaje de los casos, sólo
se quedan en una anécdota que pasa a formar parte de la memoria familiar.
"La
ingesta de pequeños objetos son motivo frecuente de las visitas a
Urgencias", señala Gabriel Jiménez, médico del grupo de Urgencias de
Semergen. "Mientras no tengan saliente, no hay más problema. Basta con que
el niño siga una dieta rica en fibra, beba mucha agua y que los padres
controlen su expulsión a través de las heces".
Muchas
veces, los progenitores se presentan en Urgencias muy preocupados por el color
de piel de sus hijos. "Recuerdo un niño azul, casi casi como un
pitufo". En un principio, "nos preocupaba mucho porque este tipo de
coloración está relacionado con patologías respiratorias y cardiacas. Sin
embargo, su estado general era muy bueno". Al final, después de indagar
encontraron al culpable: "el tinte de unas botas que su madre había
comprado en el mercadillo. Lo absorbió la piel, pasó a la sangre y la
coloración azulada se extendió por todo el cuerpo".
Al
hilo de este caso, Ignacio Manrique, director del Instituto Valenciano de
Pediatría, también ha tenido alguna experiencia similar. "Una vez exploré
a un niño que tenía las palmas de los pies y las manos amarillas. Su madre
temía que fuera hepatitis", pero nada más lejos de la realidad. "Simplemente,
se debía a que había tomado muchas zanahorias".
Curiosamente,
tal y como relataba su madre, otro pequeño paciente (de tres años) vomitaba con
un color rojo. Francisco Javier Fonseca, coordinador del grupo de Urgencias de
Semergen, atendió aquel día a este menor. "La madre explicaba que tenía
dolor abdominal y los vómitos de sangre. Como esto es muy raro en la población
infantil, su estado general era bueno y la exploración que le hice en la boca no
mostraba restos de sangre, seguí preguntando" hasta dar con el origen. Al
cabo de unos minutos, "vomitó en la consulta y no era sangre. Lo que había
pasado era que había comido mucho chorizo".
El
color del licor
Los
tres especialistas que han compartido sus experiencias con EL MUNDO recuerdan
numerosos casos de niños intoxicados por despiste. "Los padres les traen a
Urgencias preocupados porque están muy dormidos. Inmediatamente les preguntamos
si han tomado algún fármaco y, aunque creen que no, al final, tras un análisis
de sangre, vemos que, efectivamente, el pequeño ha cogido el jarabe para la tos
y se lo ha tomado", cuenta Fonseca.
El
color del colutorio también resulta atractivo para una mirada infantil, al
igual que los licores. Sobre todo en fechas navideñas, narra Ignacio Manrique,
"atendemos a niños que se han tomado un chupito de licor, que está muy
dulce y se suelen servir en vasos pequeños. Los beben del tirón y esto les
afecta claramente".
Los
padres no se dan cuenta y acuden con miedo a los servicios de urgencias.
"Una mujer me explicaba que su hijo estaba dormido en el sofá, se
despertaba, vomitaba, decía que estaba muy mal, volvía a dormirse, se
despertaba, volvía a vomitar...". Se había tomado anís, resuelve Jiménez,
quien destaca otra de las historias de sus pequeños pacientes.
"Hubo
un niño de tres años que se quejaba de dolor en la nariz. En teoría, no se veía
nada, pero después de dilatarle el orificio nasal, vi que tenía metido un
maletín de los playmóvil. Se lo saqué sin problema", ¿pero quién lo iba a
pensar?
Errores
comunes
Otras
curiosidades que se ven en Urgencias, con las que hay que tener mucho cuidado,
según Manrique, están relacionadas con las quemaduras en la población infantil.
"Vemos a menudo niños con quemaduras que los padres tratan con pasta de
dientes, lejía y hasta les colocan hielo. No deben hacerlo nunca porque
empeorarán las lesiones".
En
definitiva, es importante que los padres alejen posibles fuentes de
intoxicación de sus hijos, estén alerta de lo que se meten en la boca y no
empeoren sus lesiones. También es muy frecuente, "más de lo que parece,
que los padres den a sus hijos suero de deportistas en lugar del suero oral que
se compra en las farmacias. No es lo mismo. El primero tiene mucha glucosa, pero
está preparado con el objetivo de hidratar a los pequeños cuando tienen
diarrea. Vemos casos de pequeños deshidratados por este motivo [...] Hay quien
les da un preparado casero de limonada alcalina (agua, zumo, limón, sal y
bicarbonato) y esto tampoco les mantiene suficientemente hidratados".
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