¿Alguna
vez se ha preguntado si la precoz capacidad de su bebé para hablar puede estar
relacionada con los documentales que vio en la sobremesa mientras guardaba
reposo en su embarazo? Pues tal vez la idea no sea tan descabellada.
Investigadores de la Universidad de Helsinki (Finlandia) sostienen en el último
numero de PNAS que los sonidos escuchados en el útero pueden moldear el cerebro
en desarrollo del feto antes de nacer e influir después en la adquisición del
lenguaje y el habla. El hallazgo, aseguran los autores, podría servir para
llevar a cabo intervenciones tempranas antes del nacimiento en aquellos niños
cuyos familiares directos tengan algún tipo de dificultad en el lenguaje o
padezcan dislexia.
A
partir de la semana 27 de gestación, los bebés pueden percibir los sonidos de
su entorno. No sólo se habitúan a la voz de su madre, sino que empiezan a
familiarizarse con el idioma hablado en su entorno (reaccionan de forma
distinta al sonido de las vocales de otros idiomas), las melodías que escuchan
con frecuencia o fragmentos de historias que oyen mientras se desarrollan en el
útero. Ya antes de nacer, el futuro bebé tiene cierta capacidad de aprendizaje
y memorización, lo que muestran con su primer llanto, que ya tiene la entonación
y ritmos característicos –la prosodia- del idioma de sus padres. Estos datos se
conocían de antemano, pero no estaba claro si estos sonidos podían posteriormente
tener alguna influencia sobre la adquisición y percepción del lenguaje durante
la infancia.
Para
averiguarlo, Eino Partanen y sus colegas siguieron a 33 mujeres finlandesas
desde la 29 semanas de embarazo hasta el parto. Diecisiete de las madres (el
grupo de aprendizaje) escucharon entre 5 y 7 veces por semana grabaciones de
pseudopalabras de tres sílabas como "tatata" repetidas cientos de
veces. En ocasiones en la sílaba media se cambiaba la vocal (“tatota”) o, por
el contrario, con menos frecuencia la sílaba central se pronunciaba con un tono
diferente, algo que raramente ocurre en finés, idioma natal de las
participantes y sus futuros bebés.
El
resto de las embarazadas (el grupo control) no escuchó ningún sonido. Después
del nacimiento, se compararon en ambos grupos las respuestas neurales a las
pseudopalabras.
Compensar
dificultades genéticas
Según
los autores, los resultados muestran que los bebés del grupo de aprendizaje, no
sólo reconocían las palabras incluidas en la grabación, sino que eran capaces
de reaccionar también a variaciones que no habían escuchado antes, como
modificaciones en la intensidad de la vocal de la sílaba central o en su duración,
algo que sirvió para comprobar que los recién nacidos eran capaces utilizar lo
aprendido para procesar otras palabras parecidas, es decir, que habían
generalizado su aprendizaje.
En
concreto, el grupo de aprendizaje mostró una activación neural mayor para los
cambios en la duración que el grupo de control. Además, dentro del grupo de
aprendizaje, esa activación neuronal, evaluada mediante electroencefalograma,
fue significativamente mayor en los bebés con más exposición prenatal a la
grabación, que había oscilado entre 5 y 7 veces a la semana.
Estos
resultados sugieren que el cerebro del feto es capaz de llevar a cabo
aprendizajes auditivos antes del nacimiento y sufrir cambios estructurales que
dan lugar a trazas de memoria duradera que puede influir en la adquisición del
lenguaje durante la infancia, señalan los autores: “Las experiencias prenatales
tienen una influencia notable en la precisión de la discriminación auditiva del
cerebro, que puede respaldar, por ejemplo, la adquisición de la lengua durante
la infancia. En consecuencia, nuestros resultados también implican que es
posible apoyar el desarrollo auditivo temprano y potencialmente compensar
dificultades de naturaleza genética”, explican.
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