viernes, 30 de agosto de 2013

Explorando nuevas vías en el tratamiento de los niños con VIH



En el año 2008, los resultados preliminares de un estudio que se estaba llevando a cabo en Sudáfrica con niños seropositivos supusieron todo un cambio de paradigma. Sus datos mostraban que iniciar la terapia antirretroviral de forma temprana en recién nacidos conseguía reducir la mortalidad en un 76% y la progresión de la enfermedad en un 75%. En cambio, dilatar el comienzo del tratamiento sólo arrojaba consecuencias negativas.

Dos años después, la Organización Mundial de la Salud cambiaba sus recomendaciones para que, en lugar de tener en cuenta el estado inmunológico de los pequeños o su situación clínica, se iniciase el tratamiento con antirretrovirales en todos los pequeños seropositivos menores de dos años.

La revista 'The Lancet' ha publicado los resultados finales de aquel estudio y sus datos vuelven a apoyar la efectividad de iniciar de forma temprana la atención farmacológica en los niños con VIH. Además, el trabajo apunta lo que puede ser una nueva perspectiva terapéutica a tener en cuenta.

Aunque este punto debe ser corroborado por nuevos análisis, la investigación sugiere que interrumpir temporalmente la terapia después de un inicio temprano es efectivo, seguro y no favorece la progresión rápida de la enfermedad.

"Este importante hallazgo indica que se podría parar de forma temporal el tratamiento y evitar a los niños los efectos tóxicos de los antirretrovirales durante un tiempo, siempre que se pueda realizar un seguimiento cuidadoso", ha señalado en un comunicado Mark Cotton, profesor de la Universidad Stellenbosch de Sudáfrica y uno de los principales firmantes del trabajo.

Tanto su propio equipo en la revista médica como un comentario que acompaña al trabajo subrayan que esta hipótesis debe ser ratificada ya que, por el diseño del trabajo, no se han podido comparar los efectos de la interrupción de la terapia con los que tendría seguir de forma continuada con el tratamiento.

Parar la terapia

No hay los suficientes datos a largo plazo para conocer qué consecuencias tiene la interrupción, señalan Robert Colebunders y Victor Mussime, especialistas en VIH y autores del comentario que publica 'The Lancet'. Por otro lado, añaden, "las interrupciones en el tratamiento requieren una monitorización cercana, tanto clínica como inmunológica, para asegurar la detección temprana de la progresión de la enfermedad y restablecer el tratamiento si es necesaria. Pero esta estrategia podría no ser factible en la mayoría de los lugares con pocos recursos del África Subsahariana, que es donde viven más del 90% de los niños con VIH".

De la misma opinión es Claudia Fortuny, pediatra especialista en la atención a niños con VIH del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, quien, con todo, reconoce que este trabajo demuestra que al menos en determinadas circunstancias "parecería plausible interrumpir el tratamiento".

"Hoy por hoy, es necesario avanzar en el desarrollo de tratamientos para los niños. Si dispusiésemos de terapias más potentes y menos tóxicas no tendría sentido plantearse la interrupción", subraya. "Pero a día de hoy, en determinadas circunstancias, como cuando existe una coinfección por tuberculosis y siempre que se pueda hacer un seguimiento muy cercano", sería interesante, señala.

Tanto para Fortuny como para el resto de especialistas, hasta que se tengan más datos sobre este punto, lo más interesante del trabajo es la ratificación de que administrar antirretrovirales de forma temprana es mucho más efectivo que retrasar la medicación.

El trabajo, que se inició en 2005, realizó un seguimiento a una muestra de 377 niños seropositivos de entre 6 y 12 semanas de edad que se dividieron en función de su atención. Así, un tercio se asignó a una terapia inmediata basada en inhibidores de la proteasa que se siguió de forma continua durante 40 semanas y luego se interrumpió, otro siguió el mismo patrón pero continuó el tratamiento durante 96 semanas y, finalmente, el resto de los participantes no recibió medicación hasta mostrar signos de enfermedad o de que su sistema inmunitario se había debilitado (la práctica habitual entonces).

Tras 48 semanas de seguimiento, los grupos de la terapia temprana ya mostraron beneficios significativos respecto a los niños que no habían recibido medicación en un primer momento. Pero, cinco años después del inicio de la investigación, los investigadores comprobaron que la evolución de los primeros seguía siendo significativamente mejor que la de los segundos.

De media, los niños que no recibieron medicación temprana necesitaron tratamiento unas 20 semanas después del inicio del estudio. Aquellos que tomaron los antirretrovirales durante 40 semanas y luego interrumpieron el tratamiento, no necesitaron medicación durante 33 semanas, un periodo que se prolongó hasta las 70 semanas en los pequeños cuyo tratamiento inicial fue de 96 semanas.

Pero, pese a que los pequeños a quienes no se dio medicación hasta que mostraron signos de enfermedad estuvieron más tiempo tomando medicación que el resto, sus tasas de mortalidad, complicaciones y admisiones al hospital fueron más elevadas que las del resto.

Esto demuestra que un tratamiento temprano seguido de una interrupción es "definitivamente mejor y más coste-efectivo que retrasar el tratamiento", ha señalado en el citado comunicado Avy Violari, de la Universidad Witwatersrand de Sudáfrica y otro de los firmantes del trabajo.

Este especialista se pregunta qué resultados hubiera dado prolongar el periodo inicial de tratamiento temprano o, incluso, mantener de forma continuada esta terapia, una perspectiva que también valoran los autores del comentario sobre el tema publicado en 'The Lancet'.

"En este estudio, los niños iniciaron la terapia con antirretrovirales a una edad media de siete semanas. Incluso es posible que pudieran conseguirse mejores resultados si pudiéramos tratar a neonatos infectados con VIH antes", señalan los investigadores, quienes citan el caso de la niña de Mississippi, que se considera curada de la infección (recibió la primera dosis de antirretrovirales apenas 31 horas después de su nacimiento).

Coincide nuevamente en este punto Fortuny. "El caso de la niña estadounidense es excepcional, pero creo que tratar muy precozmente y de forma intensa a los niños puede ser una estrategia muy interesante para, como mínimo, convertir a los niños en no progresores o progresores lentos de la enfermedad", señala.

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