Tras
sufrir un infarto cerebral, muchos pacientes sufren importantes secuelas que
les impiden continuar con su vida anterior. En gran parte de los casos, la
rehabilitación permite recuperar las antiguas capacidades, aunque no siempre es
fácil medir hasta qué punto es seguro retomar actividades como la conducción.
Por
eso, los especialistas llevan tiempo reclamando una batería de pruebas
estandarizada que permita evaluar con claridad si el paciente puede seguir al
volante.
Aunque
se han realizado muchas propuestas en este sentido, una investigación que
publica esta semana la revista 'European Journal of Neurology', la publicación
oficial de la Federación Europea de las Sociedades de Neurología del continente
apunta una línea que podría servir de guía para establecer unos patrones
estandarizados de actuación.
Según
sus datos, lo ideal sería realizar al paciente una evaluación que incluya tanto
un examen médico, como un conjunto de test neuropsicológicos, y una prueba
práctica de conducción.
Sin
embargo, consideran que una buena elección de pruebas cognitivas, que ayuden
medir la capacidad de atención, la habilidad para reaccionar a tiempo y las
aptitudes cognitivo-visuales, entre otros factores, permite clasificar
adecuadamente (como aptos o no aptos) a más del 80% de los pacientes.
"Desde
luego es necesario establecer una metodología universal que permita saber qué
tipo de exploraciones son necesarias", señala Jaime Gállego, coordinador
del Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la Sociedad Española
de Neurología (SEN).
Para
este especialista, sería fundamental que estas baterías de pruebas incluyeran
tanto una evaluación clínica, como unas pruebas neuropsicológicas, además de un
test de carretera.
"El
médico es quien debe decidir si el paciente puede o no puede volver a conducir,
por lo que es necesario establecer un sistema claro y universal", señala
Gállego, quien no recomienda tomar ninguna decisión en este sentido antes de
transcurridos seis meses del ictus.
Según
explica, aproximadamente un 40% de quienes padecen un infarto cerebral sufren
secuelas. Sin embargo, gracias a la rehabilitación, un porcentaje considerable
de ellos consigue recuperarse en gran medida.
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