Es
uno de los efectos secundarios del cáncer a los que menos atención se presta,
probablemente porque las enfermedades oncológicas siguen siendo más habituales
en personas mayores que en jóvenes. Pero a ningún médico se le escapa que uno
de los tratamientos más habituales para el cáncer, la quimioterapia, 'quema'
los ovarios y provoca infertilidad en un porcentaje no desdeñable de las
pacientes de cáncer, que algunos estudios cifran en alrededor de un 50%.
Ahora,
un estudio publicado en la última edición de 'Science traslacional Medicine'
desvela el mecanismo por el que esto sucede y va más allá, apuntando a una
molécula que protegería la reserva ovárica durante el tratamiento. De momento,
eso sí, el fármaco solo se ha probado con esa indicación en ratones hembra que,
una vez terminado el tratamiento, tuvieron las mismas tasas de fertilidad y
nacimientos sanos que sus congéneres no tratadas.
Los
investigadores dirigidos por Lital Kalich-Philosoph, del Chaim Sheba Medical
Center en Tel Hashomer (Israel) apuntan también a que, dentro del amplio
abanico de fármacos que se usan en la quimioterapia, uno es especialmente hábil
a la hora de 'quemar' los ovarios. Se trata de la ciclofosfamida, un medicamento
relativamente antiguo que se puede administrar por vía oral o intravenosa y que
está especialmente indicado en cánceres del sistema linfático, neuroblastoma
(común en niños), retinoblastoma y cáncer de mama y ovarios.
Para
explicar los mecanismos detrás del ataque de la ciclofosfamida es necesario un
pequeño repaso a la anatomía reproductiva femenina. Los folículos ováricos son
grupos de células, cada uno de los cuales envuelve un ovocito, el precursor del
ovario. Cada mes, una pequeña cantidad de folículos empieza a crecer y madurar,
aunque solo uno alcanzará la madurez total y será ovulado. Quedan entonces en
el organismo una serie de folículos ováricos 'durmientes' que, como los propios
ovocitos, van disminuyendo según la mujer envejece.
Lo
que se describen en la revista estadounidense es que el fármaco
quimioterapéutico modifica el equilibrio entre la maduración de los folículos
que deben hacerlo cada mes y los que se deben quedar esperando su turno. Por
una parte, en su lucha contra la multiplicación celular que caracteriza al
cáncer, mata a los folículos a los que les toca madurar cada mes pero, además,
activa a los silentes; es decir, maduran muchos más folículos que, una vez
‘despertados’ son también susceptibles a la acción de la quimioterapia.
"La
explicación comúnmente aceptada era que la quimioterapia destruía los folículos
porque mataba directamente a las células que los componen, pero nuestro trabajo
demuestra que los folículos 'durmientes' no son destruidos por la quimio, sino
que ésta los 'despierta' y es entonces cuando mueren", explica por correo
electrónico a ELMUNDO.ES Dror Meirow, último firmante del trabajo.
Los
investigadores han demostrado su hallazgo en un modelo murino de tratamiento
con ciclofosfamida pero éste, sin embargo, viene acompañado de buenas noticias.
Porque, al mismo tiempo, los científicos han visto como una molécula lograba
revertir este efecto, cuando se administraba paralelamente a la quimioterapia.
Se
trata de un fármaco de acción inmunomoduladora que se describió por primera vez
en 'Nature' en 1987 y que, como revela Meirow, "está en fase II de
desarrollo clínico para distintos usos", aunque aún no aprobado. Entre los
distintos usos, destaca una posible aplicación para la alopecia androgenética
femenina. "En este estudio con ratones la aplicación ha sido en
inyecciones, pero otros trabajos lo están estudiando vía oral", afirma el
investigador. Para Meirow, lo más importante, es que ha demostrado que se puede
administrar conjuntamente con la quimioterapia, lo que avalaría su uso una vez
que el hallazgo se demuestre en humanos.
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