No
hay que tener una edad mínima para empezar a adentrarse en la riqueza
lingüística de un segundo idioma. Según la evidencia científica, cuanto antes
se escuche la nueva lengua, mejor. Desde el nacimiento sería lo más
recomendable. Cuando el bebé crezca, no sólo le resultará más fácil hablarla,
también parece que le ayudará a concentrarse más e incluso a retrasar el
Alzheimer. Todo son ventajas.
El
cerebro del recién nacido "es como un diario en blanco. Si esperamos a
tener las páginas escritas para aprender otro idioma, ya no habrá espacio
suficiente y tendremos que escribir en los laterales", explica José
Antonio Portellano, neuropsicólogo y profesor titular de la Facultad de
Psicología de La Universidad Complutense de Madrid. Una metáfora perfecta para
entender que "cuanto más precoz sea el aprendizaje de la nueva lengua, más
eficaz será", recalca.
Y
esto se debe a la neuroplasticidad (capacidad del cerebro y del sistema
nervioso para adaptarse a los cambios), concretamente a "la regla de la plasticidad
inversa: cuanto menos edad tienes, más capacidad de aprender en general y, por
lo tanto, menos cuesta asimilar una nueva lengua". La flexibilidad
cognitiva no es la misma.
Una
teoría avalada por la literatura científica, en la que "no se ha encontrado
ni un sólo inconveniente asociado con el aprendizaje temprano de un segundo
idioma". Todo lo contrario: "Se ha visto que hace más inteligente a
la persona. No es que aumente el número de neuronas, sino las conexiones
neuronales, la calidad de los circuitos y la densidad cerebral. Todo esto ayuda
al cerebro a construirse mejor. Hay más cantidad de mielina (una sustancia que
protege a los axones) y el aprendizaje es más fluido".
Se
modifica la estructura del cerebro y esto afecta positivamente a la memoria, a
la capacidad de concentración y al retraso de la demencia. Según un estudio
publicado en la revista 'Neurology', ser bilingüe puede retrasar el Alzheimer
hasta cuatro o cinco años. Y aún más: quienes se manejan en varios idiomas,
utilizan más áreas cerebrales y, acostumbrados a ejercitar su cerebro, se
mueven con más soltura cuando realizan distintas tareas a la vez.
Aprender
'desde el momento cero'
En
definitiva, los neuropsicólogos recomiendan empezar cuanto antes en la
inmersión de una segunda lengua. Hay quien asegura que los beneficios pueden
comenzar incluso antes del nacimiento, en el útero de la madre. Sea o no así,
lo cierto es que los neuropsicólogos recomiendan aprovechar "desde el
momento cero".
"No
basta con poner sólo los dibujos animados en inglés, tiene que haber otro
elemento de apoyo: la familia o la guardería", argumenta el especialista
español. De lo que se trata es de que la nueva lengua 'conviva' de forma
natural con el pequeño, es decir, "igual que algunas canciones se cantan
en español, que otras se tarareen en inglés, que haya cuentos que se lean
también en inglés, y que los padres, además de hablarle en la lengua nativa,
también utilicen un segundo idioma".
Cuando
el aprendizaje empieza desde "el momento cero, como todo está por
construir en el cerebro, se nota en la fonología", es decir, la persona
consigue un acento más original, menos españolizado.
Aunque
las ventajas son numerosas, el problema es que "los progenitores que no
saben otro idioma 'juegan' con desventaja" para hacer del nuevo idioma un
elemento más de la casa. Sin embargo, tienen otras opciones a las que pueden
recurrir, como los "canales de televisión con programas en inglés, la guardería
o incluso una niñera extranjera". Lo importante, subraya Portellano, es
"no precipitarse con el aprendizaje normativo y las reglas
académicas". Eso viene después.
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