Casi
todos los comités de nutrición humana aconsejan aumentar el consumo de alimentos
de origen vegetal para conseguir que la dieta sea más saludable. Estos consejos
parten de la suposición de que si la población toma más frutas y verduras,
reducirá el consumo de alimentos superfluos. Pero ¿esto es así? Las personas
que incrementan el consumo de alimentos saludables, ¿de verdad disminuyen su
consumo de calorías a partir de comida menos sana? De dicha duda, razonable,
surge una nueva tendencia en el campo de la dietética: dirigir las
recomendaciones, de manera explícita, a disminuir los alimentos con baja
calidad nutricional sin enfatizar el aumento de la ingesta de alimentos saludables.
Elección
de alimentos: la diferencia entre añadir y sustituir
El
reputado American Institute for Cancer Research (AICR) publicó en marzo de 2013
una impactante reflexión en su cuenta de twitter: "para reducir tu ingesta
de calorías, no añadas hortalizas, frutas o cereales integrales. Escógelos en
lugar de alimentos ricos en grasas o azúcares". Así, para disminuir la
ingesta calórica o para mejorar el perfil nutricional de la dieta, el AICR
considera que en vez de "añadir" alimentos sanos, es más conveniente
dejar de tomar alimentos ricos en los llamados "nutrientes
conflictivos". Una vez eliminadas las calorías que nos aportan los
alimentos con baja calidad nutricional (refrescos, bollería, repostería,
helados, aperitivos salados, postres lácteos, salsas, bebidas alcohólicas,
etcétera), será el momento de añadir frutas, hortalizas, cereales integrales,
legumbres o frutos secos.
No
se trata, en cualquier caso, de un enfoque novedoso. En el año 2010, el Consejo
Asesor de las Guías Dietéticas americanas, con la asistencia de la Colaboración
Cochrane, declaró que la población debería "evitar" las bebidas
azucaradas. La palabra "evitar" es, hasta la fecha, la recomendación
más rotunda emitida en un documento de esta naturaleza. Aunque no sorprende,
dada la clara asociación de estas bebidas con las dolencias cardiovasculares.
Ese mismo año, Cohen y colaboradores publicaron, en la revista Public Health
Reports una investigación con un elocuente título: '¿Tomamos pocas frutas y
hortalizas o tomamos demasiada cantidad de galletas, dulces, aperitivos salados
y refrescos?'. En su trabajo observaron que el "consumo excesivo" de
calorías a partir de alimentos superfluos era mucho mayor que el "consumo
insuficiente" de frutas y verduras, tras tomar como referencia las
recomendaciones de las guías de alimentación. Concluyeron, por tanto, que las
políticas alimentarias deberían promover una disminución en el actual consumo
(excesivo) de alimentos superfluos en vez de incitar a una mayor ingesta de
frutas y hortalizas.
Diversos
estudios publicados tras la aparición de la investigación de Cohen y
colaboradores corroboran este punto de vista. Así, un trabajo llevado a cabo
por la Universidad de Tennessee y aparecido en abril de 2012 observó que
promover la ingesta de frutas y hortalizas es efectivo para aumentar su consumo
en niños, pero que ello no se asocia a una reducción ni en la ingesta de
energía ni a una disminución en la cantidad de alimentos con alta densidad
energética, como los aperitivos salados. Cinco meses después, Houchins y
colaboradores (Universidad de Purdue) observaron que añadir frutas y hortalizas
en adultos con sobrepeso u obesidad puede contribuir a la ganancia de peso,
debido a que las calorías añadidas no se compensan con una disminución en el
consumo de otros alimentos no saludables.
El
mismo equipo obtuvo resultados similares en una investigación publicada en
noviembre de 2012 en la revista International Journal of Obesity. Tras su publicación,
diversos expertos, tal y como recogió la agencia Reuters, coincidieron en que
se debe evitar transmitir a la población que "añada" alimentos sanos
a su dieta habitual, ya que ello podría traducirse en una ganancia de peso,
algo no recomendable. Barbara Rolls, presidenta de ciencias de la nutrición en
la Universidad Estatal de Pensilvania, indicó a Reuters que "si le decimos
a la gente que añada algo a su dieta, es posible que no pierda peso, e incluso
puede que lo gane, aunque eso que añada sean frutas y hortalizas".
Cambio
de estrategia: difundir los perjuicios en lugar de los beneficios
La
Universidad de Zaragoza ha sido la última en sumar evidencias al respecto. En
una investigación recién publicada en la revista European Journal of Clinical
Nutrition y cuya primera firmante es la dietista-nutricionista Silvia
Bel-Serrat, se ha constatado que tomar una baja cantidad de bebidas azucaradas
sería más importante que seguir una dieta rica en frutas y hortalizas a la hora
de prevenir el riesgo cardiovascular en niños.
Es
posible que en el ámbito de la alimentación saludable termine por suceder lo
que ocurre en la actualidad en el campo de la lactancia materna: la Comisión
Europea no señala hoy los beneficios de amamantar, sino que detalla los
potenciales riesgos de la lactancia artificial. Esto es así porque durante
muchos años la lactancia materna se ha promocionado, sin éxito, mediante la
enumeración de sus efectos beneficiosos. Al comprobar que dicha promoción no se
traducía en un mayor número de madres dando el pecho, se diseñaron campañas
centradas en mostrar los riesgos de no amamantar, cuyo éxito es mucho mayor.
Quizá
sea el momento, por tanto, de dejar de enumerar los beneficios de una dieta
sana para empezar a mostrar los riesgos de los malos patrones de alimentación,
etiquetados por la Organización Mundial de la Salud como "dietas
malsanas". En muchas ocasiones lo que "no hacemos mal" es más
importante que lo que "hacemos bien".
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