Cada
año se produce un aumento de casos de síndrome postvacacional al final del
verano coincidiendo con el fin de las vacaciones de la mayoría de los
ciudadanos, y su intensidad es un medidor que puede revelar y poner a prueba la
satisfacción individual de cada individuo.
Así
lo reconoce el vicepresidente de la Asociación Española de Psiquiatría Privada
(ASEPP), José Antonio López, que cree que cada vez son más los españoles que
"pagan a la vuelta de las vacaciones el precio de la cada vez más agresiva
civilización que estamos construyendo".
Los
síntomas más frecuentes son irritabilidad, dificultad a la hora de concebir el
sueño, cansancio o una sensación de profunda apatía y tristeza, indica el
experto, y suelen durar entre siete y diez días. No obstante, este experto cree
que la intensidad y durabilidad de estos síntomas revela que, más allá del
abatimiento que puede suponer el final de las vacaciones, hay "algo que no
va bien en la vida del individuo".
"Como
norma general, cuanto más intensos son estos síntomas, mayor disconformidad encuentra
la persona con su vida y más necesaria se hace la intervención
profesional", defiende López Rodríguez.
La
personalidad y la capacidad de adaptación de cada individuo es también un
factor muy importante a tener en cuenta ya que "no todo el mundo tiene las
mismas armas psicológicas" para combatir la vuelta a la rutina tras las
vacaciones.
LAS
PERSONAS DEPRESIVAS, MÁS RECURRENTES
"Se
debe tener una visión optimista de cualquier cambio, y no todo el mundo la
tiene", asegura el doctor José Antonio López, quien explica además que
"las personas tendentes a la depresión o que ya han pasado con
anterioridad por un síndrome postvacacional, son más propensas a padecerlo de
nuevo".
La
clave es, según el experto, ser conscientes de que, en la mayoría de los casos,
ya que se trata de un síndrome adaptativo, como cuando cambiamos de estación o
cambia la hora. "Nos sentiremos extraños con el ambiente e incluso con
nosotros mismos unos días y luego pasará", asegura.
Además,
aconseja, no ponerse el "traje del invierno" al llegar septiembre, ni
bajar las persianas, y hacer una vida invernal. "Aún quedan horas de luz,
una temperatura que permite pasear, alarguemos el verano unas semanas, salgamos
uno o dos días entre semana, y busquemos nuevos estímulos que nos hagan
sentirnos algo más vivos", cita el vicepresidente de ASEPP como
recomendaciones.
SÍNDROME
PARA TODAS LAS EDADES
Por
otro lado, este experto admite además que los más pequeños de la casa no están
exentos de padecer este síndrome tras las vacaciones, ya que generalmente
suelen presentar síntomas similares durante los primeros días de colegio,
manifestándolo a través de un sueño intranquilo o la falta de apetito.
"Al
igual que los mayores, tras un largo periodo en el que no han tenido horarios,
ni obligaciones, los niños pueden presentar angustia frente a la vuelta al
colegio y la separación de sus padres", explica el doctor.
En
estos casos, como sucede con los adultos, también hay diferencias en función de
la personalidad del menor, de modo que "el niño más ansioso, que está
siempre pegadito a su padres, que es poco explorador de cosas nuevas, lo van a
notar más, al igual que aquellos niños que van por primera vez al colegio o la
guardería".
En
este sentido, el doctor explica que a los niños se le puede ayudar
"estando más con ellos estos primeros días, siendo compresivos,
explicándoles que es divertido ir al colegio y estimulándoles en su nuevo
aprendizaje y, sobre todo, no enfadándose con ellos porque estos días puedan
estar más irritables o no duerman.
Para
ello, los padres deben entender que se trata de algo adaptativo y que ellos son
los primeros que no han de mostrar preocupación frente al niño. "Los
padres ansiosos hacen niños ansiosos, y la mejor prevención se realiza durante
todo el año. Lo mejor es dejar a los niños que exploren y no ser sobreprotector
con ellos", concluye.
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