Por
increíble que parezca, los bebés son capaces de distinguir la diferencia entre
los sonidos de todas las lenguas. Pero sólo ocurre hasta los ocho meses porque,
a partir de ese momento, sus cerebros empiezan a centrarse sólo en los sonidos
que más escuchan en su entorno, es decir, los de su lengua nativa. Así lo
señala una investigación que acaba de publicar la revista Proceedings of the
National Academy of Sciences (PNAS).
El
desarrollo del lenguaje humano es un "complejo puzle" que supone uno
de los "mayores retos de la ciencia cognitiva", afirman los autores
del trabajo. No está claro cómo ocurre la transición entre la percepción del
lenguaje y la verbalización de sus primeras palabras. El caso es que, en
situaciones normales, consiguen pronunciarlas en "un espacio de tiempo
relativamente corto". Generalmente, en la segunda mitad de su primer año
de vida dejan de balbucear para empezar a hacer sus pinitos con el juego de las
sílabas.
Con
el objetivo de ordenar un poco más este rompecabezas de la Neurología, un grupo
de expertos del Instituto para el Aprendizaje y Ciencias del Cerebro de la
Universidad de Washington (EEUU) se puso manos a la obra y decidió estudiar a
25 pequeños de siete meses y otros 24 de 11 meses. "Ninguno había mostrado
signos de problemas de audición o neurológicos" que pudieran retrasar los
tiempos habituales del proceso de adquisición del lenguaje, explican los
responsables del artículo.
A
todos se les sentaba en una especie de silla con cinturón de sujeción
incorporada en un escáner cerebral, denominado magnetoencefalografía, tal y
como muestra la imagen de la noticia. Este instituto de Washington fue el primero
en el mundo en utilizar esta herramienta para estudiar el cerebro de los bebés
mientras realizan una tarea. A través de esta técnica no invasiva, los
investigadores tomaban mediciones de la actividad cerebral de los pequeños en
varias situaciones. Se les hablaba en inglés (su idioma materno) y también en
español (la lengua extranjera que escogieron los investigadores).
Con
estos datos, una de las primeras conclusiones que se extraen del estudio es que
ya a los siete meses estos pequeños cerebros están tratando de hablar,
concretamente, intentando descubrir cómo hacer los movimientos correctos para
poder pronunciar las palabras que escuchan. Así que, hable mucho a su bebé
porque, aunque no le responda con palabras, su cerebro sí lo está haciendo:
intenta imitar lo que escucha.
Lo
que ocurre es que "los sonidos del lenguaje estimulan ciertas áreas
cerebrales responsables de la coordinación y la planificación de los
movimientos motores que se necesitan para el habla", argumenta Patricia K.
Kuhl, principal investigadora y especialista en la adquisición del lenguaje.
"Nuestros sonidos al hablar influyen más en sus cerebros de lo que
pensábamos", agrega.
Concretamente,
los investigadores observaron actividad cerebral en un área auditiva denominada
gyrus temporal superior, así como la zona de Broca y el cerebelo, las regiones
responsables de la planificación de los movimientos motores necesarios para la
producción del habla. Hasta los ocho meses, ocurría tanto con la lengua materna
como con la extranjera, lo que demuestra que a esa edad, los bebés responden a
todos los sonidos del habla.
Sin
embargo, a partir de los ocho meses, la actividad cerebral es distinta. A los
11 y 12 meses, aumenta la actividad de las áreas cerebrales motoras ante
sonidos no nativos respecto a los de la lengua materna. Esto podría significar,
puntualizan los autores del artículo, que a esta edad, los bebés necesitan más
esfuerzo para averiguar qué movimientos crean el habla no nativa, en
comparación con la lengua propia.
Este
hallazgo también "nos sugiere que la activación de las áreas cerebrales
motoras contribuyen al proceso de transición entre la percepción del habla y la
verbalización", concluye el estudio.
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