La
vitamina D, desde su descubrimiento, ha mostrado matices peculiares.
Inicialmente se asoció al raquitismo, pues su carencia impide la absorción de
calcio y los huesos se debilitan y curvan, provocando malformaciones
irreversibles. Por eso se la conoce también como calciferol.
Pero
curiosamente se observó que los niños con raquitismo tenían una mayor
probabilidad de padecer neumonía o tuberculosis, lo que ya sugería que además
de su influencia sobre el esqueleto, la vitamina D tenía también efectos extraóseos
relacionados con el sistema inmunitario.
Casi
un siglo después de su descubrimiento se sabe que «de vitamina solo tiene el nombre,
en realidad es una hormona esteroide de la que hay receptores en todas las células
del organismo: huesos, músculos, cerebro, mamas, próstata, pulmón, tejido
adiposo, sistema digestivo y sistema inmunológico», explica el doctor Manuel
Sosa Henríguez, catedrático de Medicina de la Universidad de Las Palmas de Gran
Canaria. En realidad, funciona como un interruptor que enciende y apaga unos
mil genes.
Con
tantas dianas, no es de extrañar que la lista de patologías con las que se
asocia su déficit sea cada vez más larga. Además de sus efectos sobre el
esqueleto, los niveles bajos de vitamina D aparecen unidos al cáncer, la
diabetes, las enfermedades autoinmunes, cardiovasculares o la esquizofrenia.
Está implicada en la hipertensión y un estudio publicado en abril de este año
en el «Journal of the American Geriatrics Society» sugiere que hay una relación
entre su escasez y el deterioro cognitivo.
También
es consistente la relación entre los bajos niveles de esta «vitamina-hormona» y
la mortalidad por cualquier causa, independientemente del país, el sexo y la
estación del año, según un estudio del mes pasado publicado en «British Medical
Journal». Que se considere la época del año es relevante, ya que esta vitamina
se sintetiza en la piel por exposición a los rayos ultravioleta B del sol y
presenta un mínimo en invierno.
Relación
causa-efecto
Sin
embargo, pese a las crecientes evidencias que relacionan la vitamina D con
diversas patologías, no se ha establecido de forma clara una relación
causa-efecto. Algunos expertos sugieren que, en realidad, la llamada «vitamina
del sol» podría ser un mero «centinela» de la salud general del organismo, y
que sus niveles bajos estarían delatando simplemente algún problema de salud.
Es decir, que la asociación hallada puede interpretarse también en sentido
inverso: algunas patologías llevan a un déficit de esta vitamina.
Esta
controversia se recoge en el propio «British Medical Journal», que publica artículos
a favor de la «supervitamina» pero también en contra: «Un artículo reciente
defiende que no son los niveles de esta vitamina los que influyen, sino que los
pacientes tienen otras patologías y la vitamina D es un testigo que refleja cómo
está el organismo», resalta el doctor Sosa, que se declara «enamorado» de esta
vitamina: «Cuanto más la estudio más me gusta».
El
único efecto probado hasta la fecha, explica Sosa Henríquez, es el que tiene
sobre el aparato músculo-esquelético en conjunto, en concreto en la prevención
de caídas: «Se ha visto en un estudio transversal que los pacientes con niveles
más bajos de vitamina D se caían más. Y al darles un suplemento de esta
vitamina, el estudio demuestra que se caen menos, porque ayuda a fortalecer la
musculatura».
En
el resto de las patologías faltan estudios para probar esa relación, sostiene
Sosa: «Lo que no se ha hecho es coger a dos grupos con la misma enfermedad y a
uno suplementarlo con vitamina D, además de su tratamiento, y ver si mejora
frente al grupo control, que no recibe un aporte extra», señala.
Lo
que abundan, en cambio, son los metaanálisis, es decir, la revisión de muchos
estudios ya efectuados, para sacar conclusiones de grandes grupos de población:
«Al tener mayor número de casos llegan a conclusiones que igual los
investigadores originales no pudieron obtener. Pero, por otro lado, estos análisis
son tremendamente manipulables, por ejemplo, en la selección de los estudios
que incluyen», aclara.
Cáncer
Se
han publicado muchos trabajos sobre cáncer de colon, puntualiza el doctor José
Robledo, de la unidad de Dietética, Nutrición e Investigación de MD Anderson
Cancer Center de Madrid. En este tumor, que va en alza, la vitamina D parece
tener un papel preventivo en la formación de pólipos intestinales, un signo de
alarma, ya que pueden llegar a malignizarse. Los estudios observacionales
realizados en EEUU muestran una mayor incidencia de poliposis intestinal en
personas con un déficit de calcio y vitamina D. En aquellos que toman
suplementos la incidencia es menor.
Sin
embargo, «esto no quiere decir que todo el mundo tenga que tomar un extra de
vitamina D y calcio para evitar el cáncer de colon», resalta. Entre otras cosas
porque la «buena relación» entre esta vitamina y la salud sigue una curva en «J»
invertida. Esto significa que por encima de una determinada cantidad los
efectos beneficiosos desaparecen, puntualiza el doctor Sosa Henríquez. Los
valores adecuados están en el rango de 30 a 60 nanogramos por mililitro medidos
en sangre en forma 25-hidroxivitamina D, que refleja el estado de la despensa
del organismo.
Un
estudio publicado en «Journal of Clinical Oncology» en 2010, investigó la
influencia del uso de calcio y vitamina D en la recurrencia o supervivencia de
pacientes con estadio avanzado de cáncer de colon. «Los datos reflejan que no
hay relación directa en recurrencia ni datos concretos sobre la supervivencia,
pero sí se observó una menor toxicidad del tratamiento con quimioterapia»,
destaca el doctor Robledo, que es también profesor de Dietoterapia de la
Universidad San Pablo CEU. En pacientes con cáncer de colon hay menor absorción
de calcio, porque se lleva a cabo en esta parte del intestino ahora dañada. Añadir
vitamina D hace que la absorción del mineral sea más eficaz y pueda llegar
mejor al hueso, con lo que se generan menos problemas, detalla este
especialista.
En
cáncer de mama, ovario y próstata, los datos sugieren también una acción
beneficiosa de los suplementos de vitamina D administrados conjuntamente con el
tratamiento. Igual ocurre en los tumores de próstata, apunta Robledo, que como
conclusión resalta que esta vitamina «además del papel protector en el cáncer
de colon, en otros tumores puede tener un papel beneficioso para disminuir el
efecto tóxico del propio tratamiento». Y coincide con Sosa Henríquez en la
necesidad de hacer estudios para ver el efecto de la vitamina en cada patología.
En
cualquier caso, los especialistas cada vez están más atentos a los niveles de
esta vitamina cuyo principal aporte proviene del sol. Un estudio publicado en
abril en «Southern Medical Journal» encontró que de 2008 a 2010 los diagnósticos
de deficiencia de vitamina D se había triplicado.
Diabetes
e hipertensión
Entre
los muchos estudios recientes, algunos relacionan los bajos niveles de vitamina
D con un mayor riesgo de desarrollar diabetes entre las personas que tienen ya
una situación previa, denominada prediabetes, con niveles de glucosa en sangre
rozando la patología. Los datos presentados en la reunión de la Sociedad de
Endocrinología americana (ICE/ENDO) mostraban que en personas con déficit de
esta vitamina y prediabetes, el riesgo de desarrollar la enfermedad disminuía
en un 8% por cada unidad de vitamina D incrementada. Sin embargo, no se podía
asegurar que el efecto preventivo funcionara en personas con niveles normales
de esta vitamina, que actúa aumentando la secreción de insulina y disminuyendo
la resistencia a esta hormona.
También
parece ser beneficiosa para regular la tensión arterial, ya que está implicada
en la secreción de la hormona que la regula y en la resistencia vascular. «The
Lancet Diabetes & Endocrinology» acaba de publicar un estudio al respecto.
Neurodegenerativas
Aunque
se desconocen las causas de la esclerosis múltiple (EM), se considera que en su
desarrollo intervienen una mezcla de factores genéticos y ambientales. Y entre
estos últimos todo apunta a que el déficit de vitamina D juega un papel
importante. De hecho se ha comprobado que en los países situados más al norte,
con menos horas de sol y más déficit de vitamina D, hay más casos de EM.
«Mediante
resonancia magnética se ha visto que al asociar la vitamina D con los
inmunomoduladores que se utilizan en el tratamiento de la esclerosis múltiple,
aparecen menos lesiones activas inflamatorias», explica Mar Mendibe, neuróloga
del hospital universitario de Cruces y secretaria del Grupo de Enfermedades
Desmielinizantes de la Sociedad Española de Neurología.
Pero
aquí tampoco se puede demostrar una relación causa efecto, resalta. De nuevo
faltan estudios que prueben la relación causa efecto: «Hoy por hoy, no se ha
demostrado que los suplementos externos de vitamina D ayuden a frenar la
enfermedad o prevenirla», concluye.
Ref:
Haz click aquí
No hay comentarios:
Publicar un comentario