Las personas que abusan del consumo de alcohol suelen además seguir una dieta una dieta poco saludable, en la que se ingieren en exceso determinados grupos de alimentos, como los cárnicos, y una cantidad insuficiente de frutas, verduras y lácteos respecto a lo recomendado. Estas son las principales conclusiones de una investigación que se publica en Alcoholism: Clinical & Experimental Research y que han coordinado José Valencia, Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad Autónoma de Madrid, y Miguel Ángel Martínez, de la Universidad de Navarra. Según explica Valencia, el consumo de determinados tipos de bebida, como los destilados, o la ingesta de alcohol durante las comidas afecta negativamente al tipo de dieta, incluso si se consume alcohol en cantidades moderadas.
Según este experto, los resultados se suman al conjunto de evidencias científicas que deben considerarse a la hora de elaborar los mensajes de salud sobre el consumo de alcohol dirigidos a la población general. «Por ejemplo, aunque beber en las comidas ha sido tradicionalmente considerado como un hábito seguro o incluso saludable, los datos de este estudio señalan que, incluso en cantidades moderadas, puede tener algunas consecuencias no deseadas, como el incumplimiento de la mayoría de las pautas recomendadas para el consumo de alimentos en la dieta. Además, no todos los tipos de bebidas alcohólicas tienen iguales efectos; hemos visto que una preferencia por las bebidas destiladas se asocia con una peor dieta». Pero además, Valencia subraya que si bien don conocidos algunos de los efectos negativos del consumo de alcohol, «estos resultados muestras nuevos mecanismos mucho menos conocidos por los que el consumo de alcohol podría afectar de forma negativa a nuestra salud». Todas estas asociaciones se ha observado de forma similar tanto en los hombres como en las mujeres.
Causas sin determinar
Sin embargo esta investigación no aborda las causas de este comportamiento, sino que únicamente pone de manifiesto las asociaciones existentes. Valencia confirma que otros investigadores ya han observado que es frecuente la agrupación de los hábitos de salud, tanto positivos como negativos, de forma que las personas que adoptan un determinado hábito no saludable tienden a seguir también otros hábitos negativos, y viceversa (ej. un mayor consumo de alcohol suele asociarse al consumo de tabaco).
Según el investigador, «la asociación entre el consumo de alcohol y la dieta podría explicarse por la agregación de hábitos no saludables que se observa en determinados grupos de personas -por el desconocimiento de sus consecuencias reales o la despreocupación-».
Además, dice, hay que considerar otro tipo de causas, como es el desplazamiento de nutrientes durante las comidas por el efecto saciante del alcohol -esto podría explicar por ejemplo el menor consumo de frutas o lácteos, como alimentos que suelen consumirse al final de las comidas-, o por los efectos secundarios a la intoxicación alcohólica -que podría hacer incluso que la persona no tomase ningún alimento en alguna de las comidas principales-.
Hábitos sociales
Finalmente, Valencia afirma que algunos hábitos socioculturales asociados al consumo de alcohol -ocio nocturno, aperitivo de media mañana, etc.- también podrían influir negativamente en la ingesta dietética de las comidas principales que se realizan después de éstos -almuerzo, cena o el desayuno del día posterior-.
Aunque el estudio se ha hecho en el ámbito de la Comunidad de Madrid, debido a la muestra a la heterogeneidad de la misma, los resultados serían aplicables también en poblaciones de otros países diferentes al nuestro.
Aunque es evidente que los hábitos alimentarios en la población general son mejorables, Valencia destaca que los resultados comparan de forma precisa y diferenciada los hábitos de los que beben alcohol en la población general con los de aquellos que nunca han consumido alcohol. «Esto quiere decir que los bebedores (especialmente aquellos que toman alcohol de forma excesiva, o durante las comidas, o toman preferentemente destilados) cumplen todavía menos las recomendaciones nutricionales establecidas respecto a los que nunca beben alcohol, por lo que su situación nutricional es mucho peor que la que observamos en la población general».
No hay un umbral saludable
El investigador reconoce que el consumo de alcohol es un hábito muy arraigado dentro de la cultura española, que está entre los primeros productores y consumidores de bebidas alcohólicas de todo el mundo. Por ello, «en nuestra sociedad se tiende a minimizar la importancia de sus efectos negativos, a pesar de que el consumo de alcohol es una de las principales causas evitables de muerte y enfermedad en los países desarrollados, que además no sólo afectan al bebedor, sino incluso a terceras personas (ej. accidentes viales o laborales, violencia, embarazos no deseados, vandalismo, etc.)». En este sentido denuncia que aunque los efectos negativos del alcohol son más probables cuanto mayor sea su consumo, «es importante resaltar que no existe ningún umbral "saludable" para el consumo de alcohol: para muchas situaciones (conducción, infancia, embarazo, muchas enfermedades crónicas, etc.) el único nivel seguro es cero, por lo que no es apropiado recomendar el consumo de bebidas alcohólicas por sus pretendidos efectos beneficiosos para la salud».
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