Pocos eventos hay tan estresantes y tristes en la vida de un niño o un adolescente como la pérdida repentina de su padre o su madre. A pesar de ello, se han estudiado científicamente muy poco sus reacciones, el curso del duelo y los posibles riesgos para la salud mental de sufrir una pena prolongada. Tal vez por este motivo, la investigación que acaba de publicar Nadine Melhem, de la Universidad de Pittsburgh (EEUU), resulta tan interesante, además de útil para prevenir posibles trastornos psiquiátricos como la depresión.
Máxime cuando se valora que en los países occidentales, el 4% de los niños ha sufrido la pérdida de su padre o su madre. En EEUU, por ejemplo, uno de cada 20 niños y adolescentes pasa por este trauma antes de los 18 años.
"Nuestro estudio es el primero en analizar en una amplia muestra y de población y durante tres años el impacto del fallecimiento repentino de un padre en los descendientes jóvenes", reconoce la autora principal en el último 'Archives of General Psychiatric'.
Los científicos llevaron a cabo una investigación con 182 menores de entre siete y 18 años y sus familiares. A todos ellos se les había muerto un progenitor de forma repentina bien por suicidio, bien por un accidente, bien por causas naturales. Todos realizaron cuestionarios que evaluaron su duelo, su salud mental, además de su funcionamiento diario. El duelo de los viudos o viudas también fue analizado. Los investigadores realizaron esta batería de pruebas tanto a los ocho meses y medio, como al año y a los dos años de producirse el fallecimiento.
Aunque en la mayoría de los participantes (58%), la tristeza descendió de forma significativa entre los nueve y los 21 meses posteriores a la defunción, la gravedad del duelo, sin embargo, se incrementó al año de la pérdida en un 39% de ellos, aunque afortunadamente descendió pasados los dos años. No es el caso del 10%, en los que la reacción a la muerte y la pena seguían muy elevados pasados los tres años.
Los investigadores reconocen que uno de los factores que predicen un duelo patológico en el hijo es el hecho de que la pérdida se produzca por un suicidio. Lo mismo sucede con aquellos menores con historial de depresión antes de la defunción. "Ellos tienen más riesgo de que los síntomas del duelo sean más graves y duren más tiempo", reconocen los investigadores.
También juega un papel fundamental el estado de la madre o del padre que se ha quedado viudo. "Los niños y los adolescentes tienen más posibilidades de pasar por una depresión cuando el duelo del padre superviviente se prolonga en el tiempo, si se sienten culpables de lo sucedido o experimentan otros eventos estresantes mientras intentan superar su pérdida", agregan los autores.
Insisten en que en los casos en los que "el luto se agrava y se prolonga, las probabilidades de padecer depresión y no llevar una vida normal aumentan de forma considerable". Tal vez por ello su estudio es una llamada de atención a los especialistas "que deberían llevar a cabo intervenciones preventivas en los niños y en las familias con duelo patológico. Es necesario ofrecerles consuelo y ayuda".
También es trascendente que "se lleven a cabo investigaciones en un futuro destinadas a examinar la salud mental y el desarrollo a largo plazo en la población más joven que pasa por un duelo como el descrito", concluyen los científicos estadounidenses.
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