Tras tres décadas de lucha contra el sida, los científicos, activistas y políticos que tratan de pararle los pies -cada uno desde su campo de acción- al virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) han sacado en claro tres cosas: los esfuerzos y los programas para combatir esta pandemia deben ser globales y no locales; la prevención es la mejor estrategia pero debe ir vinculada al diagnóstico y tratamiento precoz; y dado que el comportamiento individual juega un papel importante a la hora de contraer el virus, los esfuerzos para evitar nuevas infecciones deben integrar tanto aspectos biomédicos como educativos. Tres lecciones que sirven también para hacer frente a otro tipo de enfermedades, no transmisibles, que afectan a todos los países: la diabetes, los problemas pulmonares y cardiovasculares y los trastornos psiquiátricos.
Varios expertos de distintas especialidades de la Universidad de Emory (Atlanta, EEUU) piden, en un artículo publicado en 'The New England Journal of Medicine', que los asistentes a la próxima cumbre de la ONU sobre enfermedades globales no transmisibles, que se celebrará a finales de septiembre, tomen nota de las enseñanzas que ha proporcionado el sida. "Son lecciones que podrían ayudarnos a prevenir y controlar de forma más rápida y eficaz enfermedades que hoy afectan a todos los países y que van en aumento", declara K.M. Venkat Narayan, uno de los firmantes del artículo y experto en salud pública.
En realidad, tratan de llamar la atención sobre el hecho de que las enfermedades se sigan abordando por separado y que se propongan medidas individuales para cada una de ellas, cuando la historia ha demostrado que los esfuerzos conjuntos y coordinados dan mejores resultados. "Si algo nos ha enseñado el VIH es el valor que tiene implicar a todos los elementos de la sociedad", declara Jeffrey P. Koplan, vicepresidente del Instituto de Salud Global Emory.
Quizás fuese por el hecho de que era algo desconocido, por su alta mortalidad o por el miedo que generó, pero lo cierto es que desde la aparición del sida, a principios de la década de los 80, todo el mundo se puso en marcha para ver qué podía hacer. Los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) pronto centraron esfuerzos por hacer comprender a la sociedad la magnitud y los costes que podía conllevar el sida. Al mismo tiempo, los Institutos de Salud de EEUU (NIH) y otros organismos se centraron en estudiar la biología del virus y en investigar terapias contra él, mientras que los activistas lanzaron campañas de concienciación e insistieron en los mensajes preventivos.
Las principales lecciones sacadas de esa experiencia pueden ayudar a manejar otros problemas de salud. Pero requieren una acción colectiva para mejorar los sistemas sanitarios y de vigilancia, para identificar los factores de riesgo específicos de cada trastorno y para promover programas de salud pública que beneficien a todos, como la prohibición de fumar o la eliminación de las grasas trans de los productos alimentarios.
Una de las mayores críticas que hacen los autores al abordaje actual de las enfermedades es que las investigaciones sobre las mismas se realizan siempre en países de altos ingresos cuando estos trastornos a menudo afectan de forma desproporcionada a las zonas de medianos y bajos ingresos. Es decir, que de los resultados teóricos a la aplicación práctica hay un abismo.
"La lucha contra las enfermedades es global. La próxima cumbre de la ONU ofrece una gran oportunidad para cambiar la situación y generar consenso y recursos. De ella debería salir una declaración de compromisos serios", concluyen.
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