Fue
en 1990 pero la comunidad científica no lo supo hasta dos años más tarde,
cuando 'The New England Journal of Medicine' publicaba un estudio titulado
(contra toda corrección política) 'Nacimiento de una niña normal tras una
fecundación in vitro y diagnóstico genético preimplantacional para la fibrosis
quística'. Suponía un hito científico de primer orden y la posibilidad de
acabar con enfermedades que habían diezmado a familias durante generaciones.
Veinte
años después de esta publicación, el listado de enfermedades que se pueden
analizar (y evitar) con esta técnica crece cada día. Por un lado, están las
monogénicas, ligadas a un gen específico, pero el diagnóstico genético
preimplantacional (DGP) también está indicado para pacientes con problemas
reproductivos (abortos de repetición, fallos previos de FIV, etc…) y para otros
casos más singulares, que requieren del permiso de la Comisión Nacional de
Reproducción Asistida (CNRA), como los denominados 'bebés medicamento',
seleccionados específicamente para que su médula sea útil para salvar a un
hermano enfermo.
Para
Cora Hernández, directora de la Unidad de Reproducción Asistida de la Fundación
Jiménez Díaz de Madrid –uno de los pocos centros públicos donde se aplica el
DGP- la técnica está todavía "en pañales". "Es el futuro de la
medicina, junto con el tratamiento con células madre", vaticina.
Hernández
explica las tres características que hacen a una patología susceptible de ser
localizada en el blastocito mediante DGP. "En primer lugar, ha de ser una
enfermedad grave; en segundo, de inicio temprano y, por último, debe de carecer
de tratamiento". Sin embargo, el DGP también se aplica en patologías en
las que estas características no están tan claras. Es el caso por ejemplo, de
su utilización para evitar la transmisión de un gen ligado al cáncer de mama,
una enfermedad que, cuando es familiar, aparece pronto pero no en la niñez y
que tiene un tratamiento claro y eficaz en la mayoría de los casos.
Hernández
comenta que ella manda casos a la CNRA "casi a diario". La respuesta
dista de ser inmediata ya que el organismo siempre contesta "caso a caso y
centro a centro".
A
pesar de que el DGP es una técnica con grandísimas posibilidades, su uso no está
indicado para algunos síndromes muy conocidos. Es el caso del síndrome de Down
para el que, según explica Hernández, se demostró ineficiente, es decir, con su
aplicación no se conseguía el nacimiento de más niños sanos, el objetivo final
que se persigue. Así se demostró en un polémico estudio publicado en 'The New
England Journal of Medicine', en el que se buscaba averiguar si era
recomendable aplicar el DGP a todas las embarazadas de edad materna avanzada.
La respuesta fue negativa.
El
DGP es, sin duda, un gran avance pero tiene una característica quizás poco
conocida por los pacientes: se trata de una técnica con una baja eficiencia. Es
decir, la tasa de éxito de embarazo tras una FIV con DGP es alrededor del 20%,
menos de la mitad de las FIV habituales. "Se necesitan muchos embriones y
muchos ciclos", resalta Hernández, que señala que hay muchas ocasiones en
las que se busca el embarazo y no se logra.
A
su equipo le ha sucedido, por ejemplo, en las dos ocasiones en que han
intentado lo que ella denomina "rizar el rizo" en el DGP: la
selección de anticuerpo de histocompatibilidad de los embriones para salvar la
vida de otro niño enfermo, los 'bebés medicamento'.
La
baja efectividad de la técnica puede tener problemas para los padres que buscan
tener un niño sano. "Les damos demasiadas expectativas; llegan con una
ilusión tan grande después de haber vivido una enfermedad devastadora en la
familia…", explica Hernández.
Por
esta razón, la especialista señala que es importante abrir a los padres a otras
posibilidades, alternativas como la sustitución del gameto enfermo por uno de
donante. "No suelen querer, porque temen que los donantes tengan una
mutación desconocida".
Aunque
el DGP sirve para numerosas enfermedades genéticas, hay un grupo importante que
no se puede prever ni siquiera con esta técnica. Sucede, por ejemplo, con las
enfermedades mitocondriales o con aquellas que tiene un patrón de herencia impredecible.
Sin embargo, como reconoce Hernández, todo esto puede cambiar muy pronto.
"El desarrollo puede ser brutal", concluye.
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