Luchar
contra la obesidad exige mucho más que invertir en campañas que promuevan una
buena alimentación y una vida activa. La complejidad del fenómeno hace
necesario tener en cuenta una serie de factores culturales, sociales o
económicos que son los que, en última instancia, marcan las circunstancias
vitales y la capacidad de decisión de los individuos.
En
ese contexto, la familia se vislumbra como el núcleo ideal a través del que
sembrar unos hábitos de vida adecuados. Y, según los resultados de recientes
trabajos, puede ser muy útil en el combate contra los kilos de más. La última
de estas investigaciones se ha publicado recientemente en la revista 'JAMA
Pediatrics'.
Sus
conclusiones muestran que promover rutinas en el hogar -relacionadas, por
ejemplo, con el sueño, el tiempo dedicado a la TV o los hábitos a la hora de
comer- ayuda a controlar el peso de los más pequeños. Además, también
contribuyen a mejorar la duración del sueño y a disminuir el ocio dedicado a la
pequeña campaña, dos factores que se han relacionado directamente con el riesgo
de obesidad.
Partiendo
de la hipótesis de que una intervención basada en el hogar aportaría
importantes beneficios, un equipo de investigadores de la Universidad de Guelph
(Ontario, Canadá) reclutó a 120 familias (con niños de entre dos y cinco años)
con pocos recuros y pertenecientes a distintas minorías raciales y las
dividieron en dos grupos. El primero de ellos contó con asesoramiento directo
por parte de un educador que periódicamente les animaba (de forma presencial y
virtual) a controlar el tiempo que sus hijos empleaban viendo la televisión, a
retirar el televisor de sus cuartos, a comer en familia o a seguir un patrón de
sueño adecuado a su edad, entre otras cosas. El programa no contemplaba ninguna
referencia explícita al peso de los pequeños de la casa. El otro grupo, en
cambio, sólo recibió material educativo relacionado con el control de la
obesidad y el sobrepeso.
Después
de seis meses de seguimiento, los investigadores comprobaron que los niños del
grupo de intervención habían mejorado la duración de su sueño (un aumento de
0,75 horas al día), habían reducido el tiempo que empleaban viendo la
televisión durante los fines de semana (-1,06 horas al día) y habían reducido
su índice de masa corporal (-0,40). En cambio, en los pequeños del grupo
control, estas cifras no presentaban mejoría alguna. Es más, durante el
experimento, los niños de este grupo aumentaron su peso medio.
Pese
a lo esperado, la intervención no mostró ninguna mejoría en cuanto a la mayor
práctica de comidas familiares o la retirada del televisor de las habitaciones
en donde dormían los niños. Esto último puede deberse, señalan los
investigadores en la revista médica, a que hasta el 80% de los padres
analizados señalaron que sus hijos dormían habitualmente en sus dormitorios.
En
sus conclusiones, los investigadores señalan que su investigación arroja un
interesante punto de vista sobre el que seguir investigando, aunque reconocen
que los detalles de su investigación -como el hecho de que sólo se
seleccionaron familias con pocos recursos- puede dificultar la generalización
de sus resultados.
En
un editorial que acompaña al trabajo en 'JAMA Pediatrics', Aaron E. Carroll, de
la Universidad de Indiana (EEUU), hace hincapié en que este estudio demuestra
que un programa que se centre en el cambio de hábitos en el hogar puede
traducirse en "una mejorar con una mejorar en el peso o el índice de masa
corporal" sin necesidad de centrarse exclusivamente "en la dieta y el
ejercicio".
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