Los
pediatras lo repiten una y otra vez en sus consultas: "No queremos niños
gordos". Y lo hacen en respuesta a la preocupación que muchos padres y
abuelos transmiten cuando el niño, aseguran, no 'coge' suficiente peso, no come
mucho o "está inapetente". Según los expertos, la nueva generación de
padres son herederos de esa creencia popular que asegura, taxativamente, que un
niño rollizo es un niño bien alimentado y muy saludable. Un error en letras
mayúsculas.
Ni
la buena alimentación se 've' en los kilos ni a más gramos mejor salud. De
hecho, subrayan los especialistas, el sobrepeso "aumenta el riesgo de que
desarrolle obesidad en la infancia". La Organización Mundial de la Salud
(OMS) ya ha alertado sobre el gran problema que supone la obesidad infantil
para la salud pública del mundo. En las dos últimas décadas, se ha triplicado
el número de niños y jóvenes con este problema.
Concretamente
en España, uno de cada tres niños pesa más de lo que corresponde a su edad.
Está demostrado que estos pequeños tienen más probabilidades de sufrir diabetes
y enfermedades cardiovasculares a edades tempranas, por lo que muchos
gobiernos, entre ellos, el español (a través de estrategia NAOS), ya están
poniendo en marcha iniciativas para sensibilizar y educar a los adultos, que,
al fin y al cabo, son los responsables de que sus hijos aprendan e interioricen
patrones de alimentación sanos.
Errores
más frecuentes
Con
el objetivo de "educar a los padres", la endocrina del Hospital Ramón
y Cajal de Madrid, Clotilde Vázquez, ha participado en la elaboración de un
manual ('Guía de alimentación infantil y juvenil') disponible 'online'. Según
la especialista, uno de los principales errores de los padres es "ofrecer
en exceso a sus hijos alimentación procesada, ya sean pizzas, canelones ya
hechos, croquetas congeladas, etc.". Cada vez "nos alejamos más de
los alimentos mediterráneos y nuestros platos tienen menos verdura, menos
fruta, menos legumbres" y, por el contrario, "tienen más fritos, más
carnes y más bollería industrial", argumenta Vázquez a ELMUNDO.es. No hay
que olvidar, insiste, que "las frutas (tres piezas) y las verduras (dos)
tienen que estar sobre la mesa todos los días".
El
tercer fallo más frecuente consiste en "permitir que a media mañana o a
media tarde, los pequeños echen mano de chucherías, bollos industriales y
alimentos salados [patatas, gusanitos, etc.]". Es "más sano volver a
la costumbre del bocadillo". Dicha permisividad, agrega, incluye las bebidas
hiperazucaradas y la comida basura.
Consejos
por etapas
Tal
y como señala la guía, durante los primeros seis meses de vida, "la
lactancia materna es el alimento ideal para el perfecto nacido". A partir
de entonces, y hasta los dos años, su uso junto con otros alimentos conformarán
la dieta del bebé, y así lo recomienda la OMS. Tomar pecho no sólo garantiza el
crecimiento físico y mental, también desarrolla la inteligencia del pequeño y
fortalece el vínculo afectivo con su madre. Además, le protege de futuras
enfermedades inmunitarias como las alergias. No obstante, si no se le da pecho,
existe la leche de fórmula.
Poco
a poco se irán introduciendo las verduras, las frutas, los cereales, las carnes
magras (pollo, pavo y ternera), el pescado blanco (merluza, dorada...), el
huevo, las legumbres, la pasta, el pescado azul y la leche de vaca.
Durante
los primeros cuatro años de vida, "los niños pueden ganar hasta 30
centímetros. Necesitan mucho calcio, proteínas, vitaminas, grasas naturales,
minerales e hidratos de carbono", explica la doctora Vázquez. "La
sociedad actual tiene una especie de hidratofobia, pero los pequeños a estas
edades tienen que tomar alimentos de este tipo, fundamentales para el
desarrollo de la inteligencia: patatas, cereales, legumbres y azúcar (que en
las cantidades adecuadas no es malo)". Se trata de que la alimentación sea
lo más natural posible y la bebida preferencial, por supuesto, el agua.
Cada
vez "hay más productos procesados y envasados en plástico" (con
disruptores hormonales como el bisfenol A, presentes también en las latas).
"En los primeros años de vida es importante evitarlos en la medida de lo
posible. Mejor optar siempre por los alimentos frescos". Los 'snacks' y
las golosinas tienen que quedarse para las excepciones, advierte la endocrina,
no pueden ser de consumo diario, no aportan ningún valor nutricional, más que
el calórico y además son muy adictivos.
Por
otro lado, hay que "perder el miedo a la grasa natural, al aceite o de vez
en cuando a un filete de hígado, que aporta muchas vitaminas necesarias para el
cerebro". En cuanto a la sal, cocinar con poca cantidad y restringir los
aperitivos envasados, que suelen ser una bomba de sal.
El
periodo escolar, es decir, hasta el inicio de la pubertad, es más estable. De
media, crecen entre seis y ocho centímetros al año. Es el momento de afianzar
los buenos hábitos, sobre todo porque a partir de los 13 años ya es más fácil
que coman fuera de casa y, paralelamente, pueden empezar los trastornos de
alimentación, que se reducen en buena parte, con una correcta educación
nutricional.
En
definitiva, la clave para evitar la obesidad está en mantener una dieta rica,
natural y variada, pero también pasa por aumentar el tiempo que se dedica a la
actividad física. En los últimos años, "los niños comen más y gastan menos
energía".