Sacar la televisión y las
videoconsolas fuera de los dormitorios. No exponer a un niño a una pantalla
hasta los tres años. Fijar un tiempo máximo de una hora y media al día. No usar
el iPad o el Blackberry delante de los niños... Son algunas de las recomendaciones
drásticas del psicólogo Alic Sigman, que ha aprovechado su paso por la
Conferencia de Pediatría y Salud Infantil en Glasgow para lanzar una campaña contra
la "paternidad pasiva", ante la intrusión mediática que ha
convertido los hogares en una sucesión interrumpida de pantallas.
"La tecnología debe
ser una herramienta, no un peso para las familias ni un riesgo para la
salud", ha advertido Sigman, que asegura que existe un vínculo muy directo
entre el sedentarismo tecnológico y el aumento de obesidad infantil, la
diabetes, el deficit de atención, los problemas cognitivos y la alteración del
sueño de los niños.
Según el estudio
presentado en Glasgow, los niños británicos de 12 a 15 años pasan una media de seis
horas al día ante una pantalla en sus casas (sin tener en cuenta la
exposición a ordenadores en el colegio o el uso de teléfonos inteligentes
durante la jornada escolar).
En los hogares con más
recursos, los niños tienen acceso directo –y muchas veces incontrolado- a un
total de cinco pantallas. Sigman carga las tintas, no tanto sobre los niños
como sobre los padres, entre quienes se ha impuesto "la peligrosa
tendencia de usar la tecnología como niñera desde edades muy
tempranas".
El psicólogo británico
recomienda evitar a toda costa el uso de pantallas en la fase crítica de
desarrollo del cerebro y, en especial, en los niños menores de tres años.
Sigman apunta a los estudios que demuestran cómo el uso abusivo de la tecnología
genera una conducta compulsiva en los niños.
"Lo de menos es si
los niños o los adultos se pueden considerar como realmente 'adictos' a la
tecnología", asegura Sigman. "Lo importante es que hemos constatado
que el abuso de la tecnología conduce a una dependencia que no es
saludable".
Tras la 'abstinencia' hasta los tres
años, Sigman recomienda que se limiten los videojuegos y la televisión a
un máximo de hora y media diaria hasta los siete años, con la posibilidad de
aumentar la 'dosis' hasta dos horas como mucho a partir de los siete.
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