Cuando a un grupo de ratones, que
seguían una dieta alta en grasas, se les impidió comer durante ocho horas al día,
ingirieron el resto del día tanto como otros ratones que pueden comer a
cualquier hora y, sin embargo, se mantuvieron protegidos contra la obesidad y
otras enfermedades metabólicas, según el estudio.
El descubrimiento sugiere que las
consecuencias para la salud de una dieta pobre, puede ser el resultado de, en
parte, un desajuste entre nuestro reloj biológico y los horarios de las
comidas. "Cada órgano tiene un reloj", explica el autor principal del
estudio, Satchidananda Panda, del El Instituto Salk de Estudios Biológicos, en
EE.UU.
Esto significa que hay veces que
nuestro hígado, intestinos, músculos y otros órganos, trabajan con la máxima
eficiencia, y otras veces, están más aletargados. Estos ciclos metabólicos son
críticos, desde el procesamiento del colesterol, a la producción de glucosa.
Cuando los ratones o las personas comen, con frecuencia, durante el día y la
noche, pueden perder los ciclos metabólicos normales.
Para averiguar si solo la restricción
de la alimentación, sin un cambio en la ingesta de calorías, podría prevenir la
enfermedad metabólica, el equipo de Panda alimentó ratones con una dieta estándar,
o con una dieta alta en grasa, alternando uno de los dos tipos de acceso a los
alimentos: la alimentación ad libitum, o la de acceso restringido.
Los ratones en una dieta alta en
grasas, de acceso restringido, mostraron estar protegidos de los efectos
adversos de una dieta alta en grasas, y mostraron mejoras en su metabolismo y
ritmos fisiológicos. Estos ratones ganaron menos peso y su hígado sufrió menos
daño. Los ratones también mostraron menores niveles de inflamación, entre otros
beneficios.
Los hallazgos sugieren que los
horarios restringidos de la comida podrían suponer un cambio de estilo de vida
para ayudar a las personas a mantenerse alejadas del sobrepeso.
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