La crisis no ha impedido que la extensión de los tratamientos antivirales continúe. Según el informe de Onusida presentado hoy con motivo del día mundial contra la enfermedad que se conmemora el lunes próximo, el 47% de los infectados por el VIH que necesitan tomar medicación ya la reciben. En números redondos, son 6,6 millones de los 14,2 millones de posibles beneficiarios en los países con ingresos bajos o medios (en los ricos se supone que la cobertura es del 100%). Un año antes había 1,4 millones de personas menos en tratamiento.
Claro que el mensaje —forzadamente optimista, como casi todos los de la ONU, por no hablar del fracsado plan 3x5 de la OMS— puede entenderse al revés: 15 años después de que los tratamientos que han hecho que la infección por VIH se haya convertido en una situación controlable para la mayoría de los afectados de los países ricos, en los pobres menos de la mitad de quienes los necesitan los reciben.
Y el impacto de la medicación no solo se debe medir por las personas que la toman, sino por las infecciones que se evitan, ya que el tratamiento es una eficaz vía de prevención de la transmisión del VIH que causa el sida, según confirman cada vez más estudios. La prueba es que el número de nuevas infecciones disminuye en casi todo el mundo (son unos 2,7 millones frente a los 3 millones de hace menos de cinco años), sobre todo en África. Y ello debido en gran parte a que Sudáfrica, uno de los países con mayor incidencia de la infección, tiene un ambicioso programa para dar medicación.
En el mundo viven 34 millones de personas con VIH. En 2010 murieron 1,8 millones por su causa.
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