Reciben un sinfín de nombres distintos, según la época, el lugar, el modo de administración o la tribu urbana que las consuma: anfetas, 'pirulas', 'pastis', 'cristal', 'speed'... Las anfetaminas, metanfetaminas y demás sustancias relacionadas se utilizan ampliamente en todo el mundo como droga recreativa, pese al evidente peligro para la salud que representan.
Uno de los efectos más graves, según acaba de mostrar un nuevo estudio con pacientes en California (EEUU), es que multiplican el riesgo de padecer Parkinson, enfermedad degenerativa en la que están involucradas las mismas clases de neuronas a las que atacan estas drogas. Los autores matizan, en todo caso, que sus resultados se refieren al consumo ilegal de dichas sustancias, y no a los casos controlados médicamente.
La investigación, realizada desde el Centro para la Adicción y la Salud Mental (CAMH) de Toronto (Canadá), ha analizado los registros hospitalarios de miles de pacientes ingresados tras consumir anfetas o sus derivados, y ha seguido su evolución a lo largo de 16 años. El resultado es que estas personas presentan un 76% más de riesgo de desarrollar Parkinson que la población general.
Estudios con ratones ya habían mostrado que el consumo de estas drogas daña la producción de dopamina, un neurotransmisor que genera felicidad y sentimiento de recompensa, pero cuya escasez está asociada a la enfermedad del Parkinson. Por lo tanto, los científicos ya sospechaban este efecto perjudicial de las anfetaminas desde hacía décadas; además, anteriores estudios estadísticos ya apuntaban a esta relación, aunque hasta ahora no se había contado con un número tan elevado de pacientes ni se había seguido su evolución durante tantos años.
"Este estudio proporciona por primera vez una evidencia de esta asociación, aunque se llevaba sospechando durante 30 años", afirma el doctor Russel Callaghan, investigador del CAMH y principal autor del estudio, que se publicará en la revista 'Drug and Alcohol Dependance'. La investigación ha analizado casi 300.000 registros hospitalarios en el Estado de California (EEUU), donde el consumo de anfetaminas y drogas relacionadas es alto, y ha identificado más de 40.000 casos de ingresos provocados por el abuso de estas sustancias entre los años 1990 y 2005.
La evolución de estos pacientes se comparó no sólo con la de la población general, sino también con la de consumidores de cocaína, otra droga estimulante con efectos similares pero que actúa de forma distinta sobre el cerebro. Los datos muestran, al igual que se había comprobado en estudios con animales, que las anfetaminas y sus derivados causan un daño específico sobre las neuronas que producen la dopamina, por lo que provocan un mayor riesgo de Parkinson.
Los investigadores explican así sus resultados: si se siguiera durante una década a 10.000 personas con dependencia a los estimulantes de tipo anfetamínico, se vería que 21 de ellas habrían desarrollado Parkinson al cabo de este tiempo. En contraste, sólo 12 personas de la población general sufrirían dicha enfermedad. Además, Callaghan y sus colegas recuerdan que su estimación del riesgo podría haberse quedado corta, ya que habrá consumidores que se hayan 'quedado en el arroyo' y no tengan acceso a la sanidad, por lo que no han entrado en el estudio.
"Es un resultado muy importante y coherente con nuestros estudios", explica a ELMUNDO.es la doctora Rosario Moratalla, del Instituto Cajal y el Centro de Investigación Biomédica en Red para Enfermedades Neurodegenerativas (Ciberned). Esta investigadora, que ha estudiado los efectos de derivados anfetamínicos en ratones, señala que estas sustancias producen una pérdida de entre el 15% y el 20% de las neuronas encargadas de producir dopamina.
El efecto es "irreversible" y es especialmente perjudicial tras la administración de metanfetaminas, conocidas popularmente como 'cristal' o 'hielo' y más potentes que las anfetaminas o el éxtasis, según recuerda Moratalla. La metanfetamina se puede consumir inyectada en vena, esnifada o por vía oral, en pastillas o tabletas, y produce envejecimiento acelerado, caries o pérdida de dientes, además de importantes problemas cognitivos.
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