jueves, 14 de julio de 2011

Ante el calor, cómo parar el golpe


Beber con frecuencia, permanecer en la sombra y evitar los esfuerzos físicos en las horas centrales del día son claves para evitar los efectos de las altas temperaturas
Cielos despejados, tiempo libre, jornadas playeras, excursiones y calor. No se trata del anuncio de un viaje sino de los principales reclamos por los que muchos esperan a que llegue el verano. Claro que pocos son los que ven detrás el peligro que esconde alguno de ellos, como por ejemplo el calor. Aunque algunas personas se declaren más amigas del calor que del frío y demuestren su militancia con sesiones maratonianas bajo el sol, el cuerpo humano no está preparado para soportar el calor asfixiante. Las altas temperaturas que se registran durante el verano, y en especial, cuando se originan olas de calor pueden producir el temido golpe de calor, un cuadro que llega a ser grave y mortal si no se actúa con celeridad. Por eso, conviene tener en cuenta una serie de precauciones para evitar poner en peligro nuestra salud y bienestar, y ante todo no dejarse el sentido común en casa. Buscar la sombra, beber con frecuencia, refrescarse, abanicarse y evitar salir a la calle en las horas centrales del día parecen medidas lógicas que toda la población debería aplicar cuando el sol y el calor aprietan. Pero, por desgracia, los casos de golpe de calor que se registran cada verano demuestran que el sentido común brilla por su ausencia y que para prevenirlo la población aún debe pasar de la teoría a la práctica.

¿Qué es un golpe de calor?

El calor suave resulta agradable, pero en exceso puede llegar a producir problemas serios como el golpe de calor. Este fenómeno se origina cuando los mecanismos de regulación del cuerpo fallan y la temperatura corporal sube por encima de los 40 grados. El organismo humano funciona a unos 37 grados de temperatura y es bastante sensible a las variaciones de las temperaturas externas, sobre todo de las más calurosas. Para ello, dispone de mecanismos que regulan su temperatura, como el sudor, y distribuyen el calor mediante la sangre y lo expulsan hacia el exterior. Cuando se sufre un golpe de calor, todos estos mecanismos dejan de funcionar, sube la temperatura corporal y se pierden abundantes líquidos corporales, todo ello eleva las probabilidades de padecer daños neurológicos e, incluso, de morir.

Síntomas y víctimas

No hay una temperatura concreta por la que se origina el golpe de calor. Debe ser alta, pero varía según la fragilidad de cada individuo y de la localización geográfica. Hay que tener en cuenta que sus efectos pueden observarse durante los tres primeros días y hasta una semana después del golpe de calor. Es más probable que las personas lo padezcan durante el inicio del verano y no hacía al final, debido, según distintos estudios, a que el cuerpo aún no se ha aclimatado al calor. Los principales síntomas que delatan que el calor nos ha golpeado son los siguientes:
  • Aumento importante de la temperatura corporal (39ºC o más).
  • Piel enrojecida, caliente y sin sudor.
  • Aumento de las pulsaciones o frecuencia cardiaca.
  • Dolor de cabeza punzante
  • Pérdidas de memoria
  • Pérdida de conocimiento
El golpe de calor, como indica su denominación, ataca a sus víctimas de forma inesperada, ya que sus síntomas pueden aparecer de repente. Las personas más vulnerables son los menores de seís años y los mayores de 65. En ambos casos sus mecanismos de regulación de temperatura corporal no funcionan bien, sudan menos y soportan peor el calor. Los enfermos crónicos o con otras patologías previas, como las mentales, las respiratorias y, sobre todo las cardiovasculares, tienen un riesgo mayor de sufrir estos episodios ya que el calor eleva el riesgo de infarto. Las personas con alguna discapacidad psíquica o física, y las que toman medicación con capacidad para interferir en la regulación de la temperatura corporal son también más vulnerables.Tres son los grupos de fármacos que pueden interaccionar con las altas temperaturas: los que agravan el agotamiento y la deshidratación (diuréticos, antiinflamatorios no esteroideos, antihipertensivos, fármacos para la insuficiencia cardiaca, antidiabéticos orales, antimigrañosos, sales de litio y hormonas tiroideas); los que elevan la temperatura corporal (neurolépticos y antidepresivos); y los que empeoran de forma indirecta los efectos del calor al reducir la capacidad de reaccionar del organismo (somníferos, ansiolíticos y antihipertensivos).
Hay otro gran colectivo de personas más vulnerables: los turistas. Los que viajan de áreas geográficas frías a otras más cálidas son más sensibles de padecer un golpe de calor. Y es que cada persona está adaptada a su propio clima y que, cuando sale de los rangos de temperatura acostumbrados, es más sensible a los efectos del calor.

¿Cómo actuar ante un golpe de calor?

Actuar con celeridad es clave para salvar a la víctima del golpe de calor. De lo contrario, puede sufrir secuelas a nivel neurológico o incluso morir. Las personas que han sufrido uno de estos graves episodios, en principio, no tienen más probabilidades de padecer otro, salvo si no se toman las precauciones oportunas.
Ante un golpe de calor, se debe avisar de manera inminente a los servicios sanitarios y, enseguida, enfriar a la víctima, apartarla del sol, situarla en un lugar fresco y mojarla con agua fría para bajarle la temperatura corporal. Estas son las medidas que deben aplicarse hasta que llegue el servicio sanitario. Una vez en el hospital, el tratamiento consiste en bajar la temperatura corporal e hidratar a la persona.

Ref:
http://revista.consumer.es/web/es/20110701/salud/76047.php?utm_campaign=twitter&utm_medium=twitter&utm_source=twitter

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