Una ensaladera para lavar
la lechuga puede converirse en una centrifugadora de laboratorio por menos de
30 euros. Un clip de plástico permite administrar la dosis justa de medicamento
con una jeringuilla. Mientras que una lámpara de diodo puede tratar con éxito a
los recién nacidos que nacen con un exceso de bilirrubina. Así, con
imaginación, un grupo de estudiantes estadounidenses busca grandes
soluciones a problemas de salud que acechan a los países más pobres.
La iniciativa nació en la
Universidad de
Rice (EEUU) y acaba de recibir un premio de la revista 'Science'
por contribuir al desarrollo de la salud global del planeta.
El programa 'Más allá
de las fronteras tradicionales' anima a estudiantes de primer y segundo año
de carreras tan distintas como Ingeniería o Biología a usar su imaginación para
diseñar tecnologías que puedan emplearse en entornos de pocos recursos. De
manera que, como explican los profesores, el módulo logra un doble objetivo:
fomentar la creatividad de los alumnos y que su motivación se convierta en
aplicaciones reales.
Por eso, algunos de los
estudiantes de este peculiar curso han tenido incluso la oportunidad de viajar
a países del Tercer Mundo para explicar el funcionamiento de sus inventos y
ponerlos en marcha allí donde más falta hacen. Porque, como reza un proverbio
haitiano, "no se aprende a nadar en una biblioteca, se aprende a nadar en
el río".
Es el caso de Kelley O'Connor,
que viajó a Haití a mostrar el funcionamiento de su 'laboratorio portátil' o
dos de sus compañeros, que se desplazaron a Malawi para demostrar cómo funciona
el sistema de alimentación intravenosa para bebés que aporta la cantidad de
suero necesario, evitando sobredosis en un entorno donde las enfermeras tienen
que cuidar de hasta 50 o 60 bebés a la vez.
Desde 2006, esta 'ciencia
sin fronteras' ha dado lugar a 58 tecnologías diferentes, algunas de las
cuales se emplean ya con éxito en países como Haití, Ecuador o Swatzilandia. En
este país africano ya utilizan, por ejemplo, la 'jeringuilla
con la dosis justa' diseñada por Benjamin Lin y que permite
entre otras cosas, administrar antirretrovirales con precisión a niños con VIH
o la cantidad exacta de morfina que necesitan pacientes terminales.
Antes de ponerse manos a
la obra, el curso muestra a los alumnos de Rice la realidad de algunos de los
problemas de salud que acechan al Tercer Mundo, como el cáncer de cuello de útero,
el VIH o la tuberculosis. Además, les ofrece las herramientas necesarias para
poner en marcha sus ideas, teniendo en cuenta las limitaciones que existen allí
donde se van a llevar a cabo; como la falta de electricidad o de una cadena de
frío adecuado para conservar las vacunas.
Algunos de los ejemplos reales que
han salido de este programa, pueden presumir incluso de haber sido publicados
en revistas científicas de impacto. Es el caso de la lámpara de diodo para
tratar la ictericia de los recién nacidos, y que por sólo 100 dólares es tan
eficaz como las luces de 6.000 dólares tradicionalmente disponibles en los
hospitales tal y como se desprende de un estudio publicado en el 'American Journal
of Tropical Medicine'.
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