Con la llegada del verano parece que se frena la productividad, aunque lo cierto es que la ciencia no para ni con el calor. Sí que se diría que los periódicos seleccionan noticias más “ligeras” para que se puedan leer tranquilamente mientras estamos tumbados en la playa tomando el sol y dejan de lado otras de menos llamativas pero más interesantes. Por ejemplo, no hemos visto que se hablara mucho de la retracción de un estudio que en su día tuvo bastante impacto mediático. Los autores decían que habían encontrado una serie de señales en el genoma que se relacionaban con la edad, y por tanto podrían en principio predecir quien tendría una esperanza de vida más larga. El artículo fue polémico desde el principio, pero ha tenido que pasar un año para que oficialmente se declarara incorrecto y se retirara de la revista donde se publicó. Se ve que había demasiados problemas técnicos en los análisis.
Esto nos demuestra que es relativamente fácil caer en errores involuntarios (los engaños premeditados, que también hay, son harina de otro costal) cuando se aplica la estadística a los datos genéticos. La lección: es recomendable un podo de prudencia cuando leemos este tipo de noticias, que cada vez son más frecuentes.
Relacionado con esto, se ha escrito estos días sobre el estudio que encontró que la gente alta tiene más riesgo a padecer cáncer. El titular era llamativo, pero si nos tomábamos la molestia de leer la letra pequeña, la verdad es que no había para tanto. El aumento de frecuencia de tumores es relativamente pequeño, los altos no tienen que preocuparse. Lo realmente interesante sería encontrar la explicación a este fenómeno, si se puede confirmar que es real.
Hay una hipótesis que relacionaría las hormonas que determinan nuestra altura con la posibilidad que aparezcan células cancerosas (que recordemos que esencialmente son células que se dividen sin parar, algo que también pasa durante el crecimiento). Esto nos podría dar ideas sobre cómo empieza un cáncer y ponernos en la pista de nuevos tratamientos. Pero la explicación puede ser mucho más sencilla: cuanto más alto eres, más células tienes y, por tanto, más posibilidades hay que una se vuelva loca. Simple estadística. Si esa fuera la razón, el estudio no nos habría dicho nada nuevo.
Y otra noticia científica que se ha colado en algunos periódicos gracias a un titular ingenioso se basa en un artículo aparecido recientemente en la revista de divulgación New Scientist que asegura que el semen puede funcionar como un eficaz antidepresivo para las mujeres. Antes de lanzarse a empezar ningún tratamiento radical, hay que tener en cuenta un par de cosas.
Primero, no estamos hablando de un artículo científico sino de una entrevista a dos investigadores que trabajan en el tema. Hasta que publiquen los resultados en una revista especializada no sabremos todos los detalles. Además, los mismos científicos ya dijeron lo mismo en el 2002, así que estrictamente no es una novedad (el nuevo trabajo sólo ampliaría los datos el primero). La verdad es que no hay otros estudios sobre el tema, con lo que es difícil saber hasta qué punto los resultados son reproducibles.
¿Pero podría ser cierto? Por un lado, se sabe que las paredes de la vagina pueden absorber ciertas sustancias, que después acaban en la sangre, con lo que si realmente hay algo en el semen que influye en el estado de ánimo sería posible que entrara por esta vía (los autores se están preguntando ahora también si el sexo oral podría ser una ruta alternativa).
Claro está que para que el efecto fuera tan notable y fácilmente detectable como proponen, el compuesto misterioso tendría que tener un efecto muy potente, ya que en principio las mujeres solo entran en contacto con cantidades bastante limitadas de semen a lo largo de sus rutinas diarias.
Se podría deducir que las prostitutas que atienden a sus clientes sin usar preservativo se encontrarían entre las personas más felices de este mundo, cosa que habría que comprobar. Lo más probable es que hasta que se encuentre la dichosa sustancia que puede hacer felices a las mujeres, si es que existe, estos estudios se trataran con una cierta dosis de escepticismo.
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