Dar una vuelta con la bici, jugar un partido de baloncesto, echar una carrera de patines... Actividades como estas deberían formar parte de la rutina habitual de niños y adolescentes si se quieren mantener a distancia -y por muchos años- las enfermedades cardiovasculares.
Lo vuelve a recordar esta semana un estudio publicado en la revista 'Journal of the American Medical Association' ('JAMA') que, tras realizar un seguimiento a aproximadamente 20.000 jóvenes, ha demostrado que practicar ejercicio de cierta intensidad regularmente se asocia con un mejor perfil cardiometabólico; es decir, con niveles más adecuados de colesterol, hipertensión o glucosa en sangre, entre otros factores.
Este efecto beneficioso de la actividad física, subrayan los autores de este trabajo, se mostraba constante independientemente de la cantidad de tiempo que los chicos estudiados invirtieran en actividades sedentarias, como ver la tele.
"Esto tiene importantes implicaciones para las políticas de salud pública", señalan estos científicos de la Universidad de Cambridge en la revista médica, "ya que debería animarse más a los niños a participar en actividades al menos de moderada intensidad" en lugar de hacer hincapié en que reduzcan sus actividades sedentarias.
Para llegar a estas conclusiones, el equipo dirigido por Ulf Ekelund revisó los datos de 20.871 niños y adolescentes de edades comprendidas entre los cuatro y los 18 años que habían participado en 14 estudios distintos entre 1998 y 2009.
Entre otros valores, estos trabajos habían analizado de forma objetiva el tiempo que cada pequeño pasaba haciendo ejercicio y dedicándose a actividades más sedentarias. Además, también habían medido distintos valores que se emplean habitualmente para evaluar el riesgo cardiovascular, como la circunferencia de la cintura, la tensión, el colesterol o el perfil glucémico.
El 75% de los niños analizados presentaba un peso normal, mientras que el resto tenía sobrepeso u obesidad.
Al cruzar los datos, los investigadores comprobaron que, independientemente del tiempo que pasaban frente a la tele, los videojuegos o la lectura, los niños más activos físicamente eran también quienes menores factores de riesgo cardiovascular presentaban.
"Practicar altos niveles de actividad física de moderada a vigorosa se asociaba con valores significativamente más bajos de tensión sistólica, circunferencia abdominal o insulina y triglicéridos en ayunas", comentan los investigadores en 'JAMA'. Además, estos chicos también presentaban niveles más altos de HDL, el también conocido como 'colesterol bueno'.
En sus conclusiones, estos autores reivindican la importancia de reforzar los mensajes que promueven el ejercicio. Sin embargo, también son partidarios de seguir advirtiendo frente a los riesgos de abusar de la 'caja tonta'. "Reducir el tiempo dedicado a la televisión sigue siendo un importante objetivo de salud pública ya que esta actividad puede estar asociada a otros hábitos poco saludables", como el consumo de aperitivos y refrescos.
Para Empar Lurbe, pediatra que dirige un grupo de investigación sobre obesidad infantil en el Centro de Investigación Biomédica en Red sobre la Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición (CIBERobn), para que la prevención de las enfermedades cardiovasculares sea efectiva, lo fundamental es conseguir que "el ejercicio y la buena alimentación formen parte del estilo de vida de la persona desde la infancia".
"Es un aspecto educacional", remarca esta especialista, quien recuerda que "al igual que se aprende a leer y a escribir, también es necesario aprender desde la niñez que hay que comer adecuadamente y que es necesario estar activo".
Y no sirve ponerse excusas como "que no existen zonas verdes o pistas deportivas cerca de casa", señala Lurbe. "Actividades tan simples como caminar treinta minutos diarios a buen paso son una alternativa".
"Hay muchas opciones y siempre se puede encontrar la que mejor se adecua a cada uno", concluye.
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