Uno de cada 1.000 o 2.000 embarazos se complica con la aparición de un cáncer, una situación difícil porque médico y paciente deben decidir qué es lo mejor para la mujer pero también para el feto. Un nuevo estudio podría facilitar la toma de decisiones al determinar que la quimioterapia y la radioterapia no interfieren en el desarrollo del niño cuando se administran en los dos últimos trimestres de gestación.
El trabajo, publicado en 'The Lancet' dentro de una serie sobre cáncer y embarazo, cuenta con un único precedente en 1991, cuando se comprobó el desarrollo de 82 niños expuestos a quimioterapia durante su gestación. Sus resultados positivos no se han replicado en estas dos décadas en las que la incidencia del cáncer en el embarazo aumenta a un ritmo de 2,5% anual, en la actualidad.
Un equipo dirigido por Frédéric Amant, del Instituto del Cáncer de Leuven (Bélgica), presenta ahora datos del seguimiento de 70 niños (nacidos de 68 embarazos) durante un periodo medio de 22,3 meses, aunque algunos de ellos tenían más de seis años en el momento en el que sus capacidades intelectuales y su salud cardiovascular fueron evaluadas.
Las conclusiones son buenas. "A pesar de la exposición prenatal a quimioterapia, radioterapia, revisiones y medicaciones, los resultados obtenidos por los niños de nuestro estudio no son diferentes de los de la población general", aseguran los autores. Con algunas matizaciones, debido al corto periodo de seguimiento y al gran retraso cognitivo que sufrían dos gemelos examinados, que podría tener algo que ver con estos tratamientos, aunque los médicos creen que no.
Ventana de seguridad
El análisis de la evolución de estos 70 niños constató además los riesgos que tiene la prematuridad. Muchas veces, cuando una paciente embarazada sufre cáncer se toma la decisión de adelantar el nacimiento del niño para poder tratar a la madre. Sin embargo, los resultados de Amant y sus colegas no aconsejan hacerlo.
Estos alumbramientos provocados a pretérmino "deben ser restringidos a aquellos casos en los que retrasar o interrumpir la quimioterapia materna puede afectar a la supervivencia de la mujer", subraye Elyce Cardonick, del Hospital Universitario Cooper (EEUU), en un editorial. También puede ser una opción "cuando el régimen quimioterápico no se haya utilizado antes en una gestante y no existan alternativas".
Pero, salvo en estos casos, dar quimioterapia es lo ideal, ya que sus posibles efectos a largo plazo sobre el feto son inferiores a los beneficios que puede obtener la madre. Entre la semana 14 y hasta tres semanas antes del parto (nunca después de la 35 por el riesgo de que la mujer se ponga de parto de forma espontánea) es un tratamiento seguro para ambos.
Falta mucha información
Estudios como éste son necesarios para determinar los efectos de la exposición prenatal a la quimioterapia pero "hay cuestiones clave que permanecen sin respuesta", señala Cardonick. En concreto, hacen falta estudios actualizaos sobre los fármacos empleados en estos regímenes terapéuticos, como los taxanos, "el tratamiento estándar para la mayor parte de los tumores de mama", indica otro editorial de la revista.
"La investigación sobre aspectos fundamentales como la farmacología es esencial, especialmente estudios dinámicos sobre la difusión de la quimioterapia durante el embarazo", continúan sus autores. Estas cuestiones son importantes debido a que la gestación altera fisiológicamente el cuerpo de la mujer y esto puede afectar al modo en el que se comportan los medicamentos.
Mientras se ponen en marcha ensayos clínicos sobre estas cuestiones, la colaboración entre oncólogos, obstetras y pediatras, subrayan ambos artículos, puede mejorar el manejo del cáncer en el embarazo.
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