Aunque el imaginario popular las asocia a amputaciones y traumas psiquiátricos, las heridas que traen los soldados enviados a misiones exteriores van mucho más allá. En concreto, los traumas en el área genital son frecuentes en los soldados que EEUU envía a otros países, como Afganistán. El Pentágono ha escuchado las quejas y ha incluido en las prestaciones económicas del Ejército la financiación de las terapias de reproducción asistida, en un intento de aplacar las críticas por la hasta ahora falta de cobertura para este tipo de procedimientos.
Según cuenta 'The Huffington Post', más de 1.800 militares enviados a misiones exteriores han regresado a su hogar con este tipo de heridas que, en muchos casos, les impiden ser padres de forma natural.
Pero el Pentágono deja específicamente fuera de la medida de ayudas económicas a los soldados que han perdido la capacidad de producir semen, algo frecuente cuando se sufre una herida en los testículos, normalmente a causa de los llamados artilugios explosivos improvisados (IAD, de sus siglas en inglés) o bombas caseras.
Para este tipo de pacientes de infertilidad, la única posibilidad para ser padres es utilizar esperma de donante e inseminar o fecundar con él los ovocitos de su pareja (el 56% de los soldados con heridas genitales estaba casado). En la mayoría de los casos se trata, además, de personas sin hijos, ya que la media de edad de los soldados con heridas genitales es de 24 años.
Ante esta situación, un reportero estadounidense que ha cubierto las guerras de Irak y Afganistán, Bob Drury, ha publicado en formato e-book el libro 'La herida característica: bombas ocultas, soldados heroicos y la historia terrible y secreta de la Guerra de Afganistán', en el que aborda específicamente este asunto.
Drury explica que entre los militares recién destinados a este tipo de misiones, se habla, aunque aún en voz baja, de una medida que podría suplir lo que el Pentágono no quiere hacer por ellos una vez heridos. Se trata de congelar una muestra de semen antes de partir para el exterior, una forma de prevenir posibles efectos secundarios, que el autor ha calificado como el nuevo 'chaleco antibalas' en una época en que las balas en sí no hacen tanto daño como este tipo de bombas caseras. Los expertos que apuestan por esta idea consideran que no solo serviría para que los heridos pudieran ser padres sin gastar una fortuna en tratamientos médicos con esperma de donante; además, serviría para que las viudas de los soldados pudieran tener descendencia en el caso de que sus maridos fallecieran en combate.
En la serie de reportajes que el portal estadounidense ha dedicado específicamente a los traumatismos de guerra, todo un capítulo se dedica a estas heridas genitales. En él se cuenta cómo el Pentágono ha reformado en silencio la cobertura de los tratamientos de reproducción asistida (TRA).
Pero en el mismo artículo se comentan otros aspectos desconocidos de este tipo de heridas de las que, a pesar de su frecuencia, nadie quiere hablar. El autor de la serie, el periodista David Wood, comenta que existe un pacto no escrito entre los jóvenes militares: si un compañero ve que otro ha sufrido heridas que le han destrozado el aparato genital no hará todo lo posible por salvarle la vida; por el contrario, se firma un pacto de 'no resucitación'.
Quizás la idea de establecer bancos de esperma podría hacer que los soldados renunciaran a este macabro pacto y supieran que ninguna bomba tiene por qué acabar con sus posibilidades de formar una familia.
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