Holanda ha endurecido la normativa que permite el consumo de marihuana en coffeeshops. A partir del 1 de enero de 2012, estos locales, unos 650 en todo el país, se convertirán en clubes solo para socios holandeses o bien ciudadanos con permiso de residencia. Los turistas, que conforman hoy buena parte de la clientela, ya no podrán entrar. En las tres provincias del sur, donde varias ciudades lindan con Alemania y Bélgica, la orden entrará en vigor el 1 de mayo. Para el año 2013, el Ministerio de Justicia holandés espera haber cubierto todo el territorio nacional.
El control de los coffeeshops se deriva del aumento de la potencia del cannabis fabricado en Holanda. Debido a la manipulación sufrida por la planta durante su cultivo, contiene más de un 15% de tetrahidrocannabiol (THC), el principio activo. A mayor concentración de THC, peores pueden ser los efectos de la marihuana sobre el cerebro. A la vista de que prácticamente todos los coffeeshops de Holanda venden esta variedad, el Gobierno ha decidido tipificar el cannabis fuerte como droga dura. “Supone un peligro para el fumador más vulnerable: los adolescentes y jóvenes”, ha dicho Ivo Opstelten, ministro de Justicia, al explicar las medidas.
Aunque los clientes seguirán fumando marihuana sin problemas, tendrán que registrarse y mostrar el correspondiente carné. Cada establecimiento tendrá un máximo de 2.000 socios fijos. Y no podrá vender droga cuyo índice de THC supere el 15%, algo que la policía supervisará de forma periódica. En estos momentos, cualquier turista mayor de edad, de cualquier nacionalidad, puede consumir la droga en estos establecimientos. Su fuerte presencia en Ámsterdam les ha convertido en parte de la postal clásica de la capital holandesa. Pero el Ayuntamiento prefiere promover otro tipo de visitas. También quiere evitar el contacto entre la droga y los escolares de primaria y secundaria. Así que los coffeeshops abiertos a menos de 350 metros de un colegio desaparecerán a partir de 2014.
El Gobierno intenta asimismo luchar contra la exportación de marihuana fabricada en Holanda, un problema inesperado. La Ley del Opio sigue penalizando el tráfico, posesión y venta de más de 30 gramos de marihuana, pero no ha resuelto el vacío legal que la caracteriza: penaliza el cultivo de cannabis y permite el consumo. Para modificar la legislación es preciso un acuerdo político de gran magnitud que el Ejecutivo, de centro derecha, prefiere no abordar todavía.
La despenalización del consumo de cannabis, no superior a cinco gramos por persona, data de 1976. El modelo ha sido presentado como un éxito desde entonces, porque ha separado los mercados de droga blanda y dura, y la venta clandestina.
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